Motorizados buenos y malos |
Escrito por Mario Villegas | @mario_villegas |
Lunes, 03 de Febrero de 2014 06:04 |
Una noche cualquiera de nuestra querida Caracas, un joven trabajador y estudiante se trasladaba hacia su casa en una motocicleta que había adquirido recientemente.
Viene de clases, tal vez recordando a su novia o pensando en la proximidad de su graduación. Cerca ya de su residencia, en un barrio popular de la parroquia Coche, aparece de repente otra moto con dos individuos armados que se atraviesan en su camino y lo obligan a detenerse, a bajarse del vehículo y a entregarles sus pertenencias de valor. El que viene de parrillero se monta en la motocicleta del muchacho y, sin ton ni son, le dispara directo al pecho y le arrebata también la vida. Los malhechores huyen para continuar su orgía de terror y muerte, ahora cabalgando no en una sino en dos veloces máquinas.
Este doloroso episodio, que ocurrió ciertamente hace un par de años, evidencia que hay motorizados buenos, que son la gran mayoría, que utilizan sus vehículos para trabajar como mototaxistas o mensajeros, como medio de transporte para sí mismos y sus familiares, o como instrumento para la recreación, el turismo o el deporte. Pero evidencia, también, que hay motorizados delincuentes, cuyas fechorías se amparan precisamente en la velocidad y versatilidad que sus máquinas les garantizan para la comisión del delito y la fuga. De modo que no resulta justiciero criminalizar o demonizar a todo aquel que ande en un vehículo de dos ruedas. Aunque tampoco es justo que la sociedad, incluidos los motorizados decentes, no tome medidas frente al creciente auge delictivo que aterroriza y baña de sangre a todo el país y que, según datos de las autoridades policiales, en el ochenta por ciento de los casos tiene como autores materiales a sujetos que se mueven en motocicletas. Es razonable el reclamo de las asociaciones y cooperativas de motorizados en cuanto a que se les escuche con atención antes de que sean dictadas las nuevas normas que regirán la circulación de motos en el territorio nacional. El diálogo incluyente y constructivo siempre será más beneficioso para la sociedad que las imposiciones burocráticas. Eso sí, hay que establecer normas, respetarlas y hacerlas respetar. Aparte de las firmes medidas que hay que tomar para hacerle frente a la criminalidad en todas sus variantes, incluida la criminalidad motorizada, es necesario adoptar también medidas para acabar con el caos vehicular y peatonal que existe en el país, particularmente en las grandes ciudades. Las autoridades tienen que dictar y hacer cumplir las normas, mientras que los ciudadanos tenemos el deber de adoptar y mantener una actitud respetuosa de éstas y de los derechos ajenos. Basta ponerse en el pellejo de los demás para darse cuenta de la consideración que a cada quien debemos darle. Cuando, por ejemplo, andamos a pie y nos metemos en la psicología del peatón es cuando podemos darnos cuenta con mayor propiedad de los excesos o ligerezas en que incurrimos habitualmente cuando andamos conduciendo un automóvil. Y viceversa, cuando estamos al frente del volante, en el rol del automovilista, podemos apreciar con mayor cercanía la irresponsabilidad y las ligerezas en que también incurrimos cuando andamos de peatones. Pero así como peatones y automovilistas debemos ponernos en el pellejo de los motorizados honestos para comprenderlos, estos a su vez deben ponerse en el de los demás. A ningún motorizado ha de gustarle, por ejemplo, que uno de sus colegas le tire su máquina a un familiar que cruza una calle, o que haga “caballitos” frente a la escuela donde estudia su hijo, o circule por la acera frente a la casa de su mamá. Y, por cierto, no son sólo particulares quienes violan las normas al usar sus motocicletas. También el gobierno, en vez de predicar con el ejemplo, pone su grano de arena en ese cotidiano caos vial. Todos los días, numerosos hombres vestidos de civil y sin identificación alguna, armados con pistolotas y equipos de radio, montados en motos de gran cilindrada y sin placas, detienen el tránsito arbitrariamente en cualquier calle o avenida caraqueña para abrirle paso a veloces camionetotas igualmente indocumentadas. Los conductores, transeúntes y hasta los propios policías que dirigen el tránsito, tienen que someterse a las órdenes de estos presuntos espalderos de presuntos funcionarios de alto, mediano o bajo nivel gubernamental. ¿Cómo imponerles a los ciudadanos que andan en moto la obligatoriedad de andar con chalecos de identificación si el propio gobierno incurre en semejantes prácticas abusivas? ¿Dónde queda aquello de que la ley entra por casa? Y, por supuesto, también hay que prohibir los enjambres de motorizados rojo rojitos que, armados y encapuchados, en fechas electorales aterrorizan a los votantes en las inmediaciones de los centros de votación. Así como la delincuencia común se aprovecha de las ventajas de una o varias motos para cometer sus fechorías, también la delincuencia política hace lo propio para cometer las suyas. Vistas las coordinaciones que, sin distingos políticos, ha venido concertando el ejecutivo nacional con todas las gobernaciones y alcaldías del país, los ciudadanos podemos sentir que, aunque tardía, hay cuando menos una voluntad de rectificación en el alto gobierno en cuanto a considerar la seguridad como un tema prioritario e impostergable. Acosada como está por el hampa y la criminalidad desbordadas, la ciudadanía toda está obligada a prestar su concurso. Incluidos, por supuesto, los buenos motorizados. BREVES
Este martes se cumplen veintidós años del fracasado golpe de estado del 4 de febrero de 1092, liderado por el fallecido comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Hiram Parra, uno de los dirigentes estudiantiles que desde el estado Carabobo apoyaron aquel levantamiento, recuerda que incluso varios de sus compañeros fallecieron como consecuencia de los enfrentamientos, mientras que otros, incluido él, vivieron el rigor de la cárcel y el enjuiciamiento. Hoy, con pesar, se lamenta desde el estado Yaracuy de que varios de los civiles que arriesgaron su vida el 4F están desempleados y enfermos y no son tomados en cuenta para nada por quienes disfrutan de las mieles del poder.
Y, a propósito del aniversario del 4F, me permito refrescar para la historia el mensaje que ese mismo día, en el fragor de los combates por el intento de golpe de estado, le envió el presidente de la República Socialista de Cuba, Fidel Castro, al entonces presidente Carlos Andrés Pérez: “Estimado Carlos Andrés: Desde horas tempranas del día de hoy cuando conocimos las primeras informaciones del pronunciamiento militar que se está desarrollando, nos ha embargado una profunda preocupación que empezó a disiparse al conocer de tus comparecencias por la radio y la televisión y las noticias de que la situación comienza a estar bajo control. En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y tu sostenida posición de comprensión y respeto hacia Cuba. Confío en que las dificultades sean superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela. Fraternalmente, Fidel Castro Ruz”
Una buena noticia para los pensionados del Seguro Social me pidió transmitirles Edgar Silva, el coordinador nacional del Comité por la Defensa de los Pensionados y Jubilados. Y es que el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales ordenó e hizo efectivo el pago de las pensiones de diciembre y enero que no le habían sido canceladas en su momento a miles de beneficiarios de dichas pensiones. La denuncia la hicimos en esta misma columna y ahora nos complacemos en dar a conocer la buena nueva.
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