“El Amigo del Pueblo”: nunca un nombre reflejó tanto una realidad |
Escrito por Aníbal Palacios B. |
Martes, 17 de Junio de 2025 00:00 |
cuya trascendencia social y económica sólo es comparable con la que tuvieron en su oportunidad las haciendas de caña de azúcar. Para la época Guatire y Araira eran aldeas semirurales, de unos cuatro mil habitantes, cuya economía se sustentaba en la agricultura. Viajar a Caracas constituía un serio obstáculo en la búsqueda de nuevos horizontes para una población emergente que no hallaba espacio laboral en las haciendas de caña, bien por falta de vacantes o por no tener condiciones físicas apropiadas para la dura tarea. Los jóvenes que se formaban en el Colegio Narvarte (varones) y Padre Puerto (damas) y que en el año 1950 convergieron en el Grupo Escolar Elías Calixto Pompa (mixto), no tenían los recursos económicos para continuar estudios medios y superiores en Caracas. Adicionalmente, Guatire se encontraba un poco aislado en medio de los dos polos de desarrollo más importante del momento: la sempiterna Caracas y el pujante Carenero. Pues bien, la empresa El Amigo del Pueblo solucionó ese problema.
La empresa se inicia con dos pequeñas unidades Ford cuyas cabinas eran de madera y trasladaban pasajeros hasta Guarenas; de inmediato incorporan Araira a la ruta (vía Ceniza, la entrada para la época), desplazando así al transporte de tracción humana y animal, porque quien no disponía de un burro, sencillamente tenía que trasladarse a pié. Poco a poco la empresa crece y amplía su ruta hasta Caracas y luego a Caucagua, Capaya, Mamporal, Higuerote y Rio Chico, con lo cual enlaza todo el este mirandino que a partir de entonces gira en torno a esta empresa guatireña, ubicada en la Calle Bermúdez, cerca de las cuatro esquinas, en el espacio que hoy ocupa el Supermercado Roca Azul. Era una moderna terminal de pasajeros con una redoma interna donde los autobuses recogían a los usuarios y salían por la calle Bermúdez rumbo al oeste. Seguramente usted se resiste a creer que en ese local lleno de estantes y productos pueda entrar y dar vuelta un autobús, pero por aquel tiempo las unidades eran más pequeñas. De allí también partían en busca de pasajeros por la calle Miranda y Concepción giraban en Caja de Agua y retornaban por las mismas calles para trasladarse a Guarenas, Petare y Caracas. Si usted se dirigía a Barlovento, la moderna terminal le ofrecía techo para resguardarse del sol o la lluvia y bancos de espera. En su momento de esplendor El Amigo del pueblo, llegó a generar alrededor de 200 empleos directos; es decir, más que todo el comercio local en conjunto, e individualmente superior al de muchas haciendas cañicultoras. Choferes, colectores, fiscales, mecánicos, carpinteros, latoneros, pintores, bomberos, caucheros, aseadores y oficinistas, tuvieron cabida en la empresa, que por lo demás, pagaba buenos sueldos. Pero tan importante como eso, facilitó que la población juvenil guatireña y guarenera pudiese estudiar en la lejana Caracas y a su vez, que la creciente clase trabajadora buscase opciones en los centros industriales de la capital y sus alrededores. También vale destacar que El Amigo del Pueblo le generó a la población barloventeña una conexión directa con Caracas, sin necesidad de pasar por La Guaira, en la ruta marítima existente desde Carenero. La demanda de servicio creció rápidamente despertando a una dormida economía y la empresa pronto abrió oficinas en Caracas e Higuerote, amplió su flota de transporte y masificó el servicio de encomiendas, a través del cual, en parrillas ubicadas en el techo, los autobuses transportaban diversas mercancías para las tiendas. Surtían de casabe, aguacates, naranjas y mangos a los mercados caraqueños y hasta gallinas y cochinos para algún urgido cliente. La prensa diaria, por ejemplo, era trasladada desde Caracas en la primera unidad que retornaba, luego de salir de Guatire a las cuatro de la mañana; es decir que alrededor de las ocho ya los guatireños tenían en sus manos sus periódicos favoritos, que antes recibían en horas de la tarde y en algunos casos el día siguiente. Responsabilidad social empresarial Siempre ha existido la creencia que explica que los nombres propios tienen características implícitas o inherentes a sí mismos. En ese sentido, si algún nombre se corresponde perfectamente con una realidad es justamente el de la empresa El Amigo del Pueblo. El término responsabilidad social empresarial es un concepto nuevo en la legislación venezolana, que se distorsionó políticamente y ya nadie le hace caso. Pues bien, esta pequeña y aldeana compañía puso en práctica esta modalidad desde sus inicios a través del bono estudiantil y el bono de los trabajadores. ¡¡¡Sin subsidios gubernamentales ni trámites burocráticos!!! En épocas donde no existía inflación, el pasaje se mantuvo inalterable: Bs. 0,50 a Guarenas y Araira; Bs. 1,50 a Petare y Bs. 2.00 para Caracas. Los estudiantes pagaban medio pasaje y los trabajadores tenían un descuento del 25%. Así, todos los sábados los trabajadores se dirigían a las Oficinas de la empresa y adquirían su lote de bonos para la semana siguiente. No era necesario carnet alguno, ni formalidades, ni colas. Igual ocurría con los estudiantes. En los años cincuenta, un chofer de la ruta Guatire-Caracas ganaba 25 bolívares diarios y un colector la mitad. Quienes iban a Barlovento tenían un sueldo mayor y cobraban viáticos. Luis Guillermo González explica que para viajar a Higuerote recibía, como colector, 5 bolívares adicionales que le alcanzaban para dormir en una pensión y disfrutar de una opípara cena. Establecer parámetros comparativos entre aquellos sueldos con los de ahora no resulta una tarea sencilla por la absurda situación hiperinflacionaria que sufre el país. No podemos comparar el salario en dólares (Bs. 3,30 era el cambio oficial de aquellos años) con el oficial de ahora, por virtual, inexistente e indiscutiblemente inaccesible. Y para no meternos en líos, con el paralelo tampoco haremos comparaciones. El sueldo del chofer equivalía entonces a 8$ aproximadamente ¡y mire que rendían! En 1958, por ejemplo, se anunciaba en la prensa un Austin último modelo con una inicial de Bs. 1.400,00 y 24 cuotas de Bs. 250,00. Usted podía alquilar una buena vivienda cercana a la Plaza 24 de julio por 50 bolívares y con veinte llevar un mercado a su casa con verduras frescas, carne, pescado seco, maíz pilao para las arepas, azúcar, Kool-Aid, pasta La Castellana, pan y leche sin necesidad de hacer colas. Todo ello, vale decir, en bolívares requeteviejos. Lo único que no encontraría en las bodegas era detergente, lavaplatos, esponjas ni cera para pisos, porque sencillamente se lavaba a mano con jabón Las Llaves, se fregaba con estropajo que en cualquier montarral encontraba en abundancia y los pisos se pulían con esperma de velas, kesosene y trapos viejos. Costumbre esta que sería rescatable si el sueldo actual alcanzara para comprar la vela y el kerosene, como en la época que nos sirve de marco histórico. El papel higiénico Cruz Blanca que tenía menos demanda por aquellos años (había otras opciones, usted sabe), se ofrecía a 3 unidades por un bolívar. Un colector ganaba Bs. 12,50 diariamente; es decir 3,78 US$. Marcos Bilich, verbigracia, formó, alimentó y educó una familia de nueve hijos con ese salario; pudo haberse comprarse un carro, pero prefirió construir una vivienda en la calle Anzoátegui para cobijar su hogar. Inmigrante croata, Bilich vivió y sufrió desde los catorce años los rigores de la II Guerra Mundial de la cual sobrevivió milagrosamente. Esa dura experiencia le sirvió para tener una perspectiva distinta de la vida y con esa visión formar a su familia. Bilich redoblaba su trabajo para aumentar sus ingresos y poder afrontar los gastos familiares con menor rigor. Para la cuadrilla de colectores, formada por jóvenes solteros, el salario les abría las puertas del paraíso, y al cobrar acudían al Bar Victoria o al Taurino, donde cada viernes eran recibidos con el festivo grito de “ahí vienen los colectores”, lo que implicaba buenas ventas y generosas propinas. Los muchachos esperaban ansiosos cumplir 21 años (límite para ser mayor de edad) para solicitar trabajo en la empresa y tocar las puertas del cielo. La línea enlazó a Barlovento; Héctor Azócar Tovar señala que en su memoria permanecen dos rutas. «… el autobús se tomaba en Petare con recorridos a Guarenas, Guatire, Araira y Caucagua; si la ruta era Barlovento Sur, seguía con Tapipa, Panaquire, El Clavo, Río Chico; si era hacia la parte norte, desde Caucagua seguía dejando gente en la carretera, El Café, Aramina, Tacarigua e Higuerote». Adicionalmente otra unidad se dirigía desde Caucagua directamente a Capaya y caseríos aledaños. Personas, alimentos, medicinas, encomiendas de todo tipo. En el centro de Guatire, en un área de 50 metros de longitud, había cuatro panaderías cuyos clientes fundamentales era esos pasajeros que venían de Caracas. Paradoja laboral Héctor Rangel y Alfredo Mechita Gil, jóvenes militantes de la clandestina Acción Democrática, formaron un sindicato en 1956, quizás una semilla intrascendente en su momento, pero que germinaría cuatro años después. En 1960 la empresa cae en una crisis económica. Poca inversión en el mantenimiento de las unidades, nula renovación de la flota y lo que es peor, se niega a pagar doble los domingos; esto generó las protestas de los trabajadores. Nina y Francesca Petrizzo, sobrinas de Vicente Rubino que trabajaban en el área administrativa, nos comentan que el problema fue más mucho más grave: comenzaron a retrasarse los pagos semanales. Los trabajadores se negaban a movilizar los autobuses y en muchas ocasiones había que esperar la entrada al terminal de alguna unidad para pagar sueldos con lo recaudado en ese viaje. Estalló el conflicto laboral y luego judicial que derivó en un embargo de los autobuses y los trabajadores crearon en 1961 la Asociación Cooperativa de Transporte Colectivos Barlovento; es decir, ahora eran dueños de la otrora empresa privada… pero continuaron sin cobrar doble los días domingos. Esta vez no había un patrón laboral a quien reclamarle porque ellos mismos eran sus jefes.
Cierre del ciclo La cooperativa fracasó y los trabajadores vendieron su propiedad a otros empresarios que supuestamente conocían mejor el negocio. Se creó así la empresa Expresos Barlovento. De la noche a la mañana choferes y colectores pasaron de dueños a empleados… y comenzaron, ¡por fin!, a cobrar doble la jornada dominguera. A todas estas, Nina y Franscesca Petrizzo fueron dejadas a un lado; ser sobrinas del dueño les perjudicó económica y laboralmente y no fueron tomadas en cuenta para los arreglos judiciales de rigor. No hay mal que por bien no venga, se convirtieron en excelentes peluqueras. De aquella época se conocen choferes como Juan de Mata García, Ascención Matos, José Salcedo, Esteban Pacheco, Iginio Núñez, Toribio Correa, Santos Pacheco, José Ferro, Diosgracia Regalado, Arístides (Prebístero-Sic) Sumabila, Evaristo Milano, Martín Sacalapata, y Ladislao Istúris. También Antonio Repollo Escalona, Coché Reverón, Antonio Palacios, Chelo Navarro, Héctor Sanabria, Adolfo Rosas (generalmente cubría la ruta de Araira), Julián Piquihuye Lara y Antonio Regalado Muñoz, entre tantos. A su vez, colectores como el paradigmático Marcos Bilich, Luis Guillermo González, Juan Silva, Cecilio Consomé Utrera, Rigoberto Povea, Felipe Cuevas y el Catire Martínez. Pero lo que más se recuerda y añora, es el trato cortés, respetuoso y afable de choferes y colectores, muy distinto del que dispensan ahora quienes ejercen el mismo oficio. El historiador Ángel Grisanti una vez definió a Guatire como la Atenas y el Nueva York de Barlovento, pues bien, el Amigo del Pueblo, acrecentó esa imagen. |
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