Los peligros de pensar |
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | TW: @perezlopresti |
Martes, 02 de Mayo de 2023 00:00 |
Bajo esta premisa, los filósofos siempre estaremos bajo la lupa y como ya ha sido asomado, estaremos usualmente escrutados bajo el signo de la sospecha. ¿Sobre cuál sospecha recae la furia hacia la filosofía? ¿Qué interés existe detrás del curioso y tantas veces preconizado esfuerzo de acabar con los estudios filosóficos en el curso de la historia de la civilización? ¿Es peligroso pensar? Moda, pensamiento y robotización El desafío más grande de cualquier filósofo es mostrar la falsedad de las ideas que por moda o intereses particulares se intentan imponer en la matriz de un conglomerado. De ahí que el filósofo necesariamente va a estar caminando en una suerte de cuerda floja porque contrario a la muchedumbre y su propensión a la aceptación de las cosas, el hombre de pensamiento es precisamente quien objeta la veracidad de lo que cotidianamente se tiende a aceptar como cierto. En general, el pensamiento representado en ideologías o dogmas termina por ser eslóganes utilitarios para pescar incautos y convertir una banalidad en una falsa causa de lucha. De ahí que quien es capaz de desarrollar o exponer sus ideas en orden se puede volver un dolor de cabeza para quienes quieren establecer modelos únicos de pensamiento, puesto que lo que menos desean es ser cuestionados. El que por moda se apega a una causa, termina siendo parte de lo repetitivo y robotizado, por consiguiente, alejado de la posibilidad de pensar.
Algunos hemos vivido en carne propia la experiencia de que una idea o conjunto de ideas, enarboladas en favor de una causa, solo ha representado un elemento de control social tendiente a minimizar cuando no a hacer desaparecer al individuo. De ahí que plantearlo y señalarlo tiende a generar incomodidad en cualquier instancia que trate de ejercer su poderío a través de la formulación de ideas que no aguantan la más pequeña de las contra argumentaciones. Precisamente el campo de lo filosófico es el de verle las costuras a los sacos de falsos postulados que quieren hacernos creer que son ciertos. El debate civilizado es el contexto en que la filosofía se enuncia y se expande.
La filosofía es capaz de disecar las falsedades argumentativas que se esparcen en un tiempo en particular y tiende a ser una disciplina que necesita y se vale de una metodología. La filosofía tiende a ser el pequeño ciclón que se anida en las distintas contemporaneidades y su utilidad va desde generar el caos necesario o el respectivo llamado al orden. Todo depende del tiempo en que le toque tener que desplegarse y ejercer su función. En ocasiones, la historia de las ideas ha sido tan punzante que quienes han desarrollado un método de pensamiento se han visto con que el mismo ha caído en la paradoja perfecta de ser cuestionador de los principios que lo sustentan. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se intenta que una idea se materialice de manera real y nos encontramos con que una cosa son las ideas y otra la realidad. Otros métodos han llegado a tal perfectibilidad que se puede explicar un asunto y también lo contrario, haciendo el mismo razonamiento. En los dos casos anteriores, el filósofo procederá a subir la defensa y sin rubor señalará el ejercicio sofístico que se ha hecho. Es más fácil abrazar una falsedad que señalar una mentira. A veces es un asunto de comodidad. Los caminos transitados De lo más interesante y generador de intensidades emocionales es cuando nos asomamos a la historia del pensamiento y nos damos cuenta de lo mucho que se ha transitado con relación a intentar comprender la realidad en la cual nos encontramos circunscritos y que además nos condena. De esa exploración, vamos dando dos pasos hacia adelante y uno para atrás porque sería muy tonto desconocer el gran trecho recorrido con respecto a lo que la humanidad ya ha estructurado como pensamiento argumentado. Es por eso por lo que, en parte, el trabajo de la filosofía no sólo lleva a revelaciones en relación con aquello que vamos descubriendo, sino que una gran tajada de la energía de pensar consiste en espantar los retorcidos planteamientos de quienes apuestan por la castración del pensamiento. Furiosos y ociosos La necesidad de cuestionar la utilidad de la filosofía (utilidad de pensar) lleva consigo el deseo de hacer del ser humano una máquina productiva y desarrolladora de productos, muchos de los cuales solo son elementos autodestructivos para el consumo de las grandes masas. Los productos también pueden ser ideas malsanas que necesitan ser vociferadas y repetidas. El filósofo, a la par de pensar, estimulará la necesidad de cultivar el ocio, desarrollarse en el plano personal desde ámbitos que van más allá de las superficialidades materiales y tratará de cultivar elementos propios de la creatividad humana. La filosofía va de la mano con la creación y por supuesto, con la recreación. Por eso, para ciertos materialistas a ultranza, la filosofía pareciera que pone en peligro la necesidad de deshumanizar al hombre y convertirlo en un ser que produce y consume, incluso babosas ideas. La filosofía, en su afán de cuestionar, abre caminos de liberación personal, porque, en definitiva, solo quien valora la libertad es consecuente con dar importancia al bien más preciado que existe.
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