“La pasión de Cristo”, la pelicula |
Escrito por Ángel Rafael Lombardi Boscán | X: @lombardiboscan |
Viernes, 15 de Abril de 2022 00:52 |
“Jesús lloró” (Juan 11:35). No sé si Mel Gibson es creyente. Lo cierto del caso es que su película: “La pasión de Cristo” del año 2004 es un acto abominable; por lo menos para mí. Son dos horas de masoquismo puro y duro haciendo del martirio del Cristo un espectáculo de horror y morbo. Esta versión de Jesús de Nazaret, en lo que fue la Pasión o Calvario en el Gólgota recogido en los evangelios, del año 2004, tuvo en su momento un apoyo del público que ávido de circo y espectáculo se regodeó en la tortura criminal sobre el pacifico redentor. Adicionalmente, la película es tosca en su contenido argumental con actuaciones planas y caricaturescas. Jim Caviezel, en el rol de Jesús, sólo se limita a recibir un castigo inhumano y cruel en dónde la cámara se regodea en las llagas sanguinolentas y en los golpes sobre su lacerado cuerpo una y mil veces. El espectador asiste a una película de horror y hasta termina disfrutando de un sadismo premeditado que explota un inconsciente humano genéticamente violento y perverso. La dialéctica del hombre bueno como Cordero de Dios que debe ser sacrificado brutalmente para cumplir con un mandato divino y mostrar el camino de la resurrección es el señuelo para satisfacer la tiranía del vacío amoral. Además, Mel Gibson, le hizo un flaco favor a la idea de una reconciliación y acompañamiento tolerante entre las distintas religiones en el presente algo que un teólogo como Hans Küng siempre reivindicó. Gibson revive el odio católico en contra de los judíos como los causantes del asesinato del Cristo. El Sanedrín judío de ese entonces creó el complot para acusar de delitos políticos y religiosos al humilde carpintero nacido en Galilea. Ya sabemos que en la Historia es un peligro manifiesto atacar los fundamentos del status quo de los poderes establecidos. De niño, aún recuerdo, que en las muy sagradas homilías de la misa se denunciaba, una y otra vez, que el pueblo judío fue el culpable de la crucifixión de Jesús. Ya esto, afortunadamente fue derogado. Aunque nos recuerda la vigencia de los reclamos que hacen hoy muchos gobernantes populistas e inescrupulosos en obtener reparaciones por los delitos que se cometieron en el pasado obviando sus propios delitos en el presente. Hay gente que alabó la película por su hiperrealismo. Aunque si a ver vamos, nadie humanamente, pudo recibir esas brutales torturas, y quedar de pie. El elogio es definitivamente una fantasía. La realidad del Cristo de Mel Gibson es una parodia de muy mal gusto y estéticamente deficiente. Quiso engatusar a más de uno utilizando el arameo y el latín como testimonio de veracidad en lo que nos quería mostrar; y la deformación que lleva a cabo del sentido pascual de los evangelios, es groseramente irresponsable. Aunque ya sabemos que toda exegesis es posible, incluso, las más tremendistas. De hecho los grandes cismas dentro del catolicismo han recurrido al fanatismo y la persecución contra los herejes y cada secta u orden religiosa pretende imponerse sobre las demás. El mensaje de amor y paz del Cristo crucificado es una contradicción para la mayoría de sus creyentes y seguidores. Las páginas de sucesos o los escándalos digitales son las más vistas. El tedio existencial nos obliga a buscar distracciones en la feria de horrores y vanidades que es la comedia humana. Eso de que debemos “conocernos a nosotros mismos”, muy Aristotélico, termina siendo un asunto de sabios y ya sabemos que los almologos es una especie muy rara, sí es que de verdad existen. Razón que explica que el público mundial se haya volcado entusiasta en su momento a éste gigantesco circo visual para disfrutar de una orgia de sufrimiento y dolor. Aunque lo más inquietantes es que el establishment católico, judío y protestante fue casi unánime en elogiar a la película como fiel reflejo de las creencias teologales. Siempre hay que tener mucho cuidado con las creencias porque desde la fe fanática la humanidad contradice el epicentro del mensaje de Jesús que no es otro que: “Dios es amor”, (1 Juan 4:8).
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