Procrastinación estructurada
Escrito por John Perry   
Lunes, 10 de Diciembre de 2012 00:52

altTodos los procrastinadores posponen cosas que tienen que hacer. La procrastinación estructurada es el arte de hacer que este rasgo negativo trabaje en tu favor


"... cualquiera puede hacer cualquier cantidad de trabajo, siempre que no sea el trabajo que tendría que estar haciendo en ese momento."

Robert Benchley, en Chips off the Old Benchley, 1949

He tenido la intención de escribir este ensayo por meses. ¿Porqué estoy haciéndolo finalmente? ¿Porque finalmente encontré un poco de tiempo libre? Mentira.

Tengo artículos que calificar, órdenes de libros de texto que llenar, una propuesta de la NSF por evaluar, borradores de disertaciones que leer. Estoy trabajando en este ensayo como un modo de no hacer todas esas cosas. Esta es la esencia de lo que llamo procrastinación estructurada, una estrategia asombrosa que descubrí que convierte a los procrastinadores en seres humanos eficaces, respetados y admirados por todo lo que pueden lograr y el buen uso que hacen de su tiempo. Todos los procrastinadores posponen cosas que tienen que hacer. La procrastinación estructurada es el arte de hacer que este rasgo negativo trabaje en tu favor. La idea clave es que procrastinar no significa no hacer nada en absoluto. Los procrastinadores rara vez se quedan sin hacer nada; hacen cosas marginalmente útiles, como arreglar su jardín o sacarle punta a los lápices o hacer un diagrama de cómo organizarán sus archivos cuando se pongan a trabajar en ellos. ¿Por qué los procrastinadores hacen ese tipo de cosas? Porque son un modo de no hacer algo más importante. Si todo lo que el procrastinador tuviera que hacer fuera sacarle la punta a los lápices, ninguna fuerza en la tierra podría ponerlo a hacer esa tarea. Sin embargo, el procrastinador puede ser motivado para hacer tareas difíciles, importantes y oportunas, siempre y cuando esas tareas sean un modo de no hacer algo más importante.

La procrastinación estructurada significa darle forma a la estructura de las tareas que uno tiene que hacer de modo que explote ese hecho. La lista de las tareas que uno tiene en la mente tendrá que ser ordenada por importancia. Las tareas que parezcan más urgentes e importantes van hasta arriba. Pero también hay tareas que son valiosas más abajo en la lista. Hacer estas tareas se vuelve un modo de no hacer las tareas de más arriba. Con este tipo de estructura de tareas adecuada, el procrastinador se vuelve un ciudadano útil. De hecho, el procrastinador puede incluso adquirir, tal y como lo hice yo, la reputación de lograr hacer mucho.

La situación más perfecta para la procrastinación estructurada que he tenido fue cuando mi esposa y yo estuvimos como asesores de los residentes en Soto House, en el dormitorio, en Stanford. En la tarde, frente a artículos que calificar, clases que preparar, trabajo pendiente del comité, salía de nuestro cubículo al lado de los dormitorios y me iba al salón principal y jugaba ping-pong con los residentes, o hablaba de cosas con ellos en sus cuartos, o sólo me sentaba por ahí y leía el periódico. Obtuve la reputación de ser un estupendo asesor de residentes, y uno de los raros profesores del campus que pasaba tiempo con los universitarios y que llegó a conocerlos. Vaya configuración: juega ping pong como un modo de no hacer cosas más importantes, y obtén la reputación de un Mr. Chips.

Los procrastinadores suelen seguir exactamente el camino equivocado. Intentan minimizar sus compromisos, asumiendo que si sólo tienen pocas cosas que hacer, dejarán de procrastinar y lograrán hacerlas. Pero esto va en contra de la naturaleza básica del procrastinador y destruye la fuente más importante de motivación. Las pocas tareas en su lista serán por definición las más importantes, y el único modo de evitar hacerlas será no hacer nada. Este es un modo de convertirse en un teleadicto sedentario, no en un ser humano eficaz.
En este punto podrías preguntarte, "¿qué hay de las tareas importantes hasta arriba de la lista, aquellas que uno nunca hace?" Es cierto que ahí hay un problema potencial.

El truco está en elegir el tipo adecuado de proyectos para la parte superior de la lista. Los tipos ideales de cosas tienen dos características, primero, parecen tener tiempos límite claros (pero en realidad no los tienen). Segundo, parecen espantosamente importantes (pero en realidad no lo son). Afortunadamente, en la vida abundan ese tipo de tareas. En las universidades la vasta mayoría de las tareas caen en esa categoría, y estoy seguro que lo mismo sucede para la mayoría de las demás grandes instituciones. Tomen como ejemplo el punto que está hasta arriba de mi lista justo ahora. Este es terminar un ensayo para un volumen de filosofía del lenguaje. Se suponía que tenía que estar listo hace once meses. He logrado hacer un enorme número de cosas importanes como modo de no trabajar en el. Hace un par de meses, fastidiado por la culpa, le escribí una carta al editor diciéndole lo apenado que me sentía por estar tan atrasado y expresando mis buenas intenciones respecto de ponerme a trabajar. Escribir la carta fue, por supuesto, un modo de no trabajar en el artículo. Resultó que en realidad no estaba mucho más atrasado que los demás. ¿Y qué tan importante es este artículo de cualquier modo? No tan importante como para que en algún punto algo que parezca más importante no llegue. Entonces me pondré a trabajar en el.

Otro ejemplo son los pedidos de libros. Escribo esto en junio. En octubre daré una clase de epistemología. Los pedidos de libros ya están atrasados para la librería. Sería fácil tomar esto como una tarea importante con una fecha límite apremiante (Para ustedes, no-procrastinadores, les hago constatar que las fechas límite se empiezan a volver de verdad apremiantes una semana o dos después de que se cumplen.) Recibo recordatorios casi a diario del secretario del departamento, los estudiantes algunas veces me pregutan con respecto a lo que leeremos en clase, y el formulario de pedido está ahí, justo en medio de mi escritorio, debajo de la envoltura del sandwich que comí el miércoles pasado. Dicha tarea está cerca de la cima de mi lista; me molesta y me motiva a hacer otras cosas útiles aunque superficialmente menos importantes. Aunque de hecho, la librería en este momento está sumamente ocupada con formularios que fueron llenados y enviados por no-procrastinadores. Yo puedo enviar la mía a mediados del verano y las cosas estarán bien. Sólo necesito ordenar libros conocidos y populares de editoriales eficientes. Aceptaré algunas otras tareas, aparentemente más importantes, en algún momento entre hoy y, digamos el primero de Agosto. Entonces mi psique se sentirá cómoda llenando el pedido como modo de no hacer esas nuevas tareas.

El lector perspicaz podría sentir en este punto que la procrastinación estructurada requiere cierta cantidad de auto-engaño, puesto que uno está de hecho constantemente perpetrando un esquema piramidal sobre si mismo. Exacto. Uno debe ser capaz de reconocer y comprometerse con tareas que tienen una importancia inflada y un tiempo límite irreal, haciéndose creer a uno mismo que son importantes y urgentes. Este no es un problema, porque virtualmente todos los procrastinadores tienen también habilidades de auto-engaño excelentes.¿Y qué podría ser más noble que usar una falla de caracter para contrarrestar los efectos negativos de otra?

Fuente: http://elinfinitoperpendicular.blogspot.com/


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