Los términos del conflicto
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Jueves, 06 de Agosto de 2009 09:04

altLa neo-dictadura bolivarista con todo su poder y violencia en contra del pueblo democrático con todo su derecho y esperanza. Este es el conflicto venezolano.



De tan complejo se hace sencillo: el señor Chávez está imponiendo un proyecto de dominación que la mayoría del país rechaza. La única manera de hacerlo, a falta de consentimiento social y sustento jurídico, es a las trancas y barrancas de la fuerza militar, a veces revestida de patentes seudo-legales.

Por eso llegan a las emisoras políticamente seleccionadas unos funcionarios de Conatel con unos oficios membreteados, y detrás unos efectivos uniformados por si acaso se perturbare el orden público... Cierran las transmisiones que tenían 15, 30 ó 50 años en el aire, y alegan que todo es por el "estricto cumplimiento de la ley"... ¿Y cuál ley? Obvio, la ley del yo mando porque mando yo. La llamada revolución bolivarista no conoce ni reconoce otra.

Y en el caso que la flagrancia de las actuaciones oficiales sea tan pero tan crasa que no admita defensa creíble, entonces se invoca la coartada de "que estamos en revolución", y que si la oligarquía tal cosa, y la burguesía tal otra, y que todo lo que se hace es en favor del soberano, y en fin, el mismo disco rayado y falaz que sólo sirve para justificar la acumulación de poder.

El cinismo de estos ufanos jerarcas se desborda cuando repiten una coletilla preferida: "los que no estén de acuerdo que vayan a los tribunales". Sí, a los mismos estrados que controlan y teledirigen desde Miraflores, en los que no existe el riesgo de perder un juicio, ya que si el juez de la causa se "pusiera cómico", se le destituiría de inmediato. Justicia ciega, no por imparcial sino por partisana.

El conjunto de los venezolanos sabe de sobra lo que está pasando, e innumerables voceros de la opinión pública describen a diario los desmanes y tropelías del régimen imperante. Pero la conciencia sobre la gravedad de la situación nacional no es suficiente. Es muy importante, cierto, abrir los ojos y calibrar las cosas en su justa dimensión, en especial para quienes aún mantenían una cierta ilusión con el pretendido "proceso de cambios". De allí que tan pertinente como el análisis y la crítica opinática, deba serlo la participación y la acción política.

Este proyecto de dominación nacional tiene que ser enfrentado con todos los recursos que ofrece el orden constitucional para la defensa de la democracia. Comenzando por las elecciones o más bien por el reclamo que se realicen, y continuando con la protesta y movilización en sus más diversas y legítimas expresiones.

La neo-dictadura está determinada a lo que sea para continuar en el mando, y no hay derecho o libertad que se salve si se interpusiese en el afán de continuismo. Ni la libertad de expresión, ni el derecho de propiedad, ni la educación democrática, ni la pluralidad comicial, nada se encuentra fuera de su objetivo hegemónico. Superarla no es una opción política sino una necesidad nacional.

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