De la discoteca (fatal)
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 26 de Septiembre de 2011 02:02

altDemeritando las "sensaciones" que alega el gobierno nacional en torno a la inseguridad personal, asombra la dramática reducción del espectáculo nocturno en nuestras grandes ciudades.

Sobre todo,  contrastada con las décadas anteriores.

Una historia, sociología o economía del negocio metropolitano de los encuentros a deshora, por llamarlo de alguna manera, revelará la hoy  la escasez de lugares privilegiadísimos por sus cotas de seguridad, aunque no sea tan elevada la calidad de los artistas. Antes, fue posible la recreación hasta altas horas de la madrugada, incluyendo la circulación por calles y avenidas para volver a casa.
Incluso, hay modificaciones en la celebración hogareña de las fiestas, pues, contrariando toda norma de supervivencia con el escandaloso sonido que caracteriza aún a las pretenciosas y decadentes zonas de clase media, la mayor parte de los invitados deben quedarse a dormir o esperar que el sol despunte avisando la siesta del malandraje.  Los más jóvenes esperan la movilización de los padres a través de los cuasi-militares convoyes de transportación. Sin embargo, nunca aficionado a afilar la noche festiva, evitándonos otras especulaciones, deseamos referir brevemente la aparición de un fenómeno que se hizo masivo en las postrimerías de los sesenta.

La discoteca de tan extraordinario auge en el país anterior a las bonanzas petroleras, diseñada principalmente para los  jóvenes y, por cierto, objeto de una indecible expansión y adaptación del delito organizado, en no pocas ocasiones, todavía espera por una consideración más serena en torno a la influencia ejercida en la conducta de varias generaciones que la reclamaron como emporio de desinhibida alegría. No abrigamos prejuicio alguno sobre ella, admitiendo que fueron pocas las veces que las intentamos, recrudecida una moda que hoy es de alto riesgo por su obligada contextualización.
La protesta industrializada de los sesenta, trajo definitivamente el negocio al país como sinónimo de juventud y aparente rebeldía. Presumimos que los – por entonces -  más recientes hallazgos tecnológicos del sonido, facilitaban la reproducción de las bandas musicales como no era posible en casa, amén del consumo de las bebidas y los desplazamientos en la pista de baile que no resistían censura alguna con la calculada administración de las luces.

En un título más remoto o en otro más reciente, Napoleón Bravo y Gregorio Montiel Cupello respectivamente, enuncian y anuncian la importancia adquirida por la discoteca, identificando algunas de mayor fama en Caracas, pero es en los setenta que el  fenómeno se multiplica geométricamente y, por las fuentes hemerográficas, nos permitimos  deducir una quizá pronta sustitución de las rockolas y de los bares denominados de "mala muerte", reemplazados en el ánimo de los caseríos, pueblos y ciudades. Coletilla necesaria, indiquemos la reconversión laboral del "discjockey" que ahora simplificamos como un "Dj's" en demanda de reconocimiento artístico, y  la radical democratización social de las  minitecas que evolucionaron hasta caber en un "pen drive".
La literatura periodística se hizo eco del novísimo santuario,  intentando algo más que la página de sucesos. Por ejemplo, intitulando "Las discotecas o el drama de las frustraciones", Sonia Dugarte (Elite, Caracas, nr. 2209 del 27/01/68), reportó varias facetas de interés.

Por una parte, Franco de Andrey, el entrevistado,  dijo solicitar rigurosamente la cédula de identidad para evitar el acceso de los menores de edad, afirmando como una falacia "algo difícil de creer" el "asunto de las drogas". Convengamos que no todas las discotecas aterrizaban  en las pistas delito, aunque el intento historiográfico debe incluir los archivos policiales e, incluso, los de las autoridades que concedían la patente de licores, de intentar un objetivo perfil. Valga acotar, la vigilancia privada para acceder y desenvolverse en una discoteca también ha experimentado una llamativa evolución, a juzgar por las películas afines que muestran la robustez y firmeza de quienes parecen miembros del Servicio Secreto de Washington.
Por otra, al menos en la primera etapa, a las discotecas accedían las clases altas y medias que podían sufragar una botella de whisky (Bs. 180,oo), o un refresco (Bs. 10,oo). Dato acaso secundario, porque el abaratamiento fue parejo a la expansión, aunque  es fácil constatar   la  inicial devoción por aquellos sectores  sociales que podían adquirir la discografía importada hasta el arribo democratizador de  las emisoras radiales especializadas en rock.

Finalmente, nos atrae una importante observación de Dugarte en torno al naciente mercado que prefirió escuchar y bailar la reproducción musical cuando la pauta fue la del espectáculo "en vivo". Así, inferimos un dominio de los cantantes o grupos musicales a la vista y al oído, en carne y hueso, desechados quizá por el género y la todavía limitada presencia en el dial de las emisoras de "corte juvenil", en vías de popularización del radio de transistores.

Lejos de estigmatizar las discotecas, se ofrecen también como una materia pendiente para los tesistas ociosos que prefieren reinventar el agua tibia debido a una constante emergencia académica. Hubo sitios referenciales y sanos, al lado de los que - simplemente - perfeccionaron la gerencia del delito, aunque importa destacar la evolución del gusto juvenil de decenios superados: acaso, un Gerry Weill lo ejemplifica al pasar del gesto saludante de un "hippye" a la estampa conservadora del magnífico jazzista que es hoy.

Necesaria coletilla final, escasamente aficionados a las páginas de sucesos, las discotecas se hacen una aventurada y fatal experiencia, a juzgar por el homicidio fútil ocurrido en un sector del oeste caraqueño donde el negocio lo suponíamos menos rentable. En horas de la madrugada, luego de la diversión, una persona no sólo fue arrollada deliberadamente dos veces, sino recibió un disparo de remate que interpela dramáticamente al Estado en Venezuela, el gran ausente: tampoco el país progresa, mientras él duerme.

@luisbarraganj


blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com