¿Qué decir de las Fuerzas Armadas? Tantas cosas... Las vemos éticamente devaluadas, con oficiales de carrera transformados en adulantes subalternos del teniente coronel Chávez; asimismo, preocupa no sólo asistir a su sustitución por civiles entrenados bajo órdenes de cubanos, sino también el suministro de uranio al terrorista Gobierno de Irán, la solidaridad con la bestia Gadafi, genocida de su pueblo, y las evidencias traducidas en documentos y otras pruebas de la incorporación de Venezuela a la comunidad internacional narcotraficante, constituyendo con funcionarios civiles y militares un Narcoestado.

¿Y qué de Caracas? Es propiedad de una delincuencia desatada, con grupos armados y de impunidad garantizada desde las esferas del poder.

Algo debo decir del pobre Bolívar, y lo de "pobre" me es dictado por otra situación como las citadas.

En un comunicado de la Academia Nacional de la Historia aprobado en Caracas el 29/ 7/ 2010, se reiteró que la identidad de los restos mortuorios del Libertador está absolutamente documentada, desde el instante mismo de su fallecimiento hasta su entrada al Panteón Nacional, por lo cual "no había ninguna razón para dudar de la causa de muerte ni de la identidad de los restos", y se estableció que el acto de exhumación fue "absolutamente innecesario e injustificado".

Hay una supuesta glorificación del héroe. Después de haber profanado sus restos, ahora hablan de erigirle un mausoleo para el cual la patriótica Asamblea aprobó cuanto dinero sea necesario; además, el Bolívar y el bolivariano les son encasquetados a cuanta cosa, institución, organización, pandilla o claque se les ocurre, incluidos cuerpos armados oficiales en los que hay numerosos malandros, y llegan a un punto tal que en un oficio de la ministra Varela a los centros penitenciarios e internados judiciales, les informa las "nuevas Normas Bolivarianas" que los rigen.

Vista la degradación de Venezuela a lo que es hoy, cabe preguntar si el apellido puesto a la República no atenta más bien contra la memoria del ilustre prócer. Disponemos también, y por fortuna, de un rostro de país del cual enorgullecernos: se trata del sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, que donde quiera que van son aclamados por su organización, talento musical y asombrosa capacidad interpretativa, determinantes de su suma de éxitos internacionales y de la gran admiración universal. Tenemos orquestas y directores en goce del mayor reconocimiento, así por ejemplo Dudamel que ya a los 30 años de edad es director titular de la Filarmónica de Los Ángeles; Christian Vásquez, que ha sido Director Invitado de importantes orquestas sinfónicas europeas, y Diego Matheuz, director musical de la muy famosa La Fenice en Venecia.

Nos llena de satisfacción que esos jóvenes magníficos existen, son como son y hacen lo que hacen en el campo de la música. La gente de este lugar, junto con admirarlos, les estamos agradecidos por lo muy en alto que ponen el nombre y el prestigio nacionales. También es razón de orgullo lo siguiente, aunque en medio de una dualidad de sentimientos, uno doloroso: el de constatar el enorme número de jóvenes egresados universitarios forzados a emigrar a la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo y desarrollo intelectual, y el otro: la emotiva confirmación de cuán bien aceptados y elogiados son, al percibir quienes los reciben, lo sólidamente formados que están en sus respectivas profesiones. Ello en contraste con el vergonzoso bochorno que a diario padecemos ante el mundo, con las arbitrariedades y morisquetas de quien preside el Estado, y con la deplorable mediocridad e ignorancia del visible ejecutor de nuestra política internacional

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