La Vinotinto... ¿dos países?
Escrito por Freddy Lepage ((ex diputado))   
Viernes, 29 de Julio de 2011 07:30

altEl deporte, cuando es representado por una selección nacional, regional o local, puede ­de alguna manera­ servir de catalizador para amalgamar y consolidar los lazos afectivos, anímicos y de identidad de una comunidad en particular. Esto lo señalo a propósito de lo ocurrido durante la celebración de la Copa América y la oncena de balompié venezolana. Pero también, cuando se trata de rivalidades entre ciudades o pueblos, puede tener un efecto contrario.

En estos días, se ha destacado, con muchísima razón, el meritorio papel desempeñado por la Vinotinto en esta cumbre del fútbol latinoamericano. Realmente, nuestro fútbol, hasta ahora menospreciado por el mundo deportivo, ha dado un salto cualitativo de suma importancia, que lo pone a un escalón de clasificar para el Mundial a celebrarse en Brasil en el año 2014.

Los comentaristas y los propios jugadores se encargaron de destacar la importancia de estos eventos para unir a la sociedad. Como lo dije antes, esto es una verdad parcial, dependiendo del ámbito geográfico en que se practique. Todos hablaban, al unísono, con justa razón, de una Venezuela que vibró al compás de los triunfos de la Vinotinto.

Esto ocurrió, a la sazón, a la par de la enfermedad del Presidente de la República y los anuncios de liberar algunos presos de conciencia del régimen por razones humanitarias. ¡Aleluya! La dolencia de Chávez y la performance de la Vinotinto hicieron el milagro...

¡Bienvenido sea! Realmente, por suerte para el país, la unión se produjo abajo, donde habita el pueblo llano, pero no en los altos horizontes gubernamentales. Nos encontrábamos en plena euforia colectiva, cuando el flamante ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, acompañado del vicepresidente ejecutivo, Elías Jaua, y otros altos jerarcas de la revolución proclamaban a gañote tendido que "la oposición venezolana era una escoria", y agregaban, además, en un gesto de incomprensión sin precedentes y emulando al caudillo máximo ­mientras goles iban y venían­, que esos apátridas más nunca volverían al poder... ¡Qué declaración tan inclusiva...! Entonces, si nos atenemos a los hechos concretos y a lo dicho por Giordani, los triunfos de la Vinotinto despiertan sentimientos de solidaridad e identificación en todos, menos en los validos del chavismo más radical, que se solazan usando un lenguaje escatológico, a los efectos ­según creen ellos­ de quedar bien con su jefe, el comandante de la revolución bolivariana.

Si dudas, esta gesta futbolística permitió, por momentos, respirar un agradable clima de unidad patriótica que duró muy poco. Seguramente, a Giordani y a los tipos como él no les interesaba semejante acontecimiento y, mucho menos, las inspiraciones divinas y sublimes que éste genera.

No disfrutar de lo que estaba pasando me parece un desperdicio. Habría sido mejor dejar la amargura para otra oportunidad. Quizás, para después de que llegaran nuestros héroes deportivos.

Aguarle la fiesta a la gente con expresiones destempladas y fuera de lugar no habla nada bien de quien, con arrestos prestados del dios del trueno, lanza rayos y centellas contra los millones de personas que no piensan como él.

Estos arrebatos de bilis derramada ponían punto final a lo que parecía una rectificación obligada y circunstancial del Gobierno.

Entonces, ¿quiénes son los que desunen? La verdad: Chávez está muy solo. No tiene quien lo ayude... Los imitadores teloneros sólo buscan agradar al caudillo.

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EN/OyN


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