China: el autoritarismo se une, la democracia se divide
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 04 de Septiembre de 2025 04:48

altLa reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), en la ciudad de Tianjín, y el posterior imponente desfile militar

en la Plaza de Tiananmén, Beijing –con motivo de la celebración del final de la Segunda Guerra Mundial-, constituyeron una clara demostración del poderío político y militar de China, del nivel alcanzado en su afán de convertirse en el hegemón del planeta, y de su capacidad para atraer y establecer alianzas firmes con los países de Eurasia. En la parada militar destacaron dos figuras: la de Vladímir Putin y la del impresentable Kim Jung-un, el déspota de Corea del Norte. Un signo inequívoco de que cuando China habla de ‘paz’, hay que conocer muy bien los términos en los que la tranquilidad se mantiene.

Xi Jinping les envió un claro mensaje a Estados Unidos, a la Unión Europea y, en general, a Occidente: estamos impulsando un nuevo orden internacional y preparándonos para asumir el liderazgo mundial. Para ello cuenta con el apoyo de Rusia, India y los demás países integrantes de la OCD en calidad de miembros con plenos derechos, observadores o socios de diálogo. El esquema de participación no está regido por una norma inflexible.

La mayoría de los países que forman parte de esa plataforma están gobernados por regímenes autoritarios, aunque esta no constituye una exigencia para integrar la alianza. India –país que sigue siendo considerado democrático, a pesar de los esfuerzos de Narendra Modi por asfixiarla- integra el acuerdo. La inmensa mayoría de los demás socios de China en ese foro son dictaduras o autocracias con diferentes matices: desde Bielorrusia o Myanmar, que constituyen tiranías, hasta Turquía, que conforma una autocracia competitiva. Allí se realizan elecciones en las que participa la oposición, desde luego amordazada. En la inmensa mayoría de las naciones de la OCD, los valores y prácticas democráticas están desterradas. Los derechos humanos, la alternancia en el Gobierno y la libertad de información y expresión, forman parte de las ‘decadentes’ costumbres de Occidente.

El Sur Global, como les gusta autodefinirse a algunos miembros de la OCD, configura un segmento amplio –agrupa a más de 40% de la población mundial-, que genera buena parte de la riqueza mundial: produce más de 25% del PIB planetario. A pesar de su heterogeneidad, bajo la batuta de China ese conjunto abigarrado ha logrado conseguir zonas de acuerdo y establecer convenios que les permiten apoyarse mutuamente. En la actualidad, conforman una referencia que debe tomarse se cuenta en el plano mundial.

En el otro lado de la ecuación se encuentra el polo democrático: Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, Inglaterra, Japón, Australia y podríamos incluir a México y Brasil, las dos economías más grandes de América Latina, entre otras muchas naciones, más pequeñas. 

Debido a la desacertada política aplicada por Donald Trump desde su arribo a la Casa Blanca, este grueso segmento del planeta, unido por intereses económicos y por valores democráticos asociados con la libertad en todos los sentidos, ha sido sometido a severos y continuos ataques provenientes de Washington. Trump sacó el hacha de la guerra comercial para imponerles restricciones arancelarias a sus socios comerciales tradicionales. De las amenazas iniciales paso a la política del garrote vil. En su frenética actuación, a diferencia de China, no ha entendido que Estados Unidos ocupa una posición cultural, política e ideológica estratégica en el globo terrestre

Trump, desde la llegada a la presidencia, se ha dedicado a debilitar los países democráticos. Empezó amenazando con retirarse de la OTAN. Luego, con negarle ayuda financiera y logística a Ucrania. Cerró casi por completo USAID, la agencia de cooperación internacional más importante del mundo financiada por los norteamericanos. Con esta absurda medida acabó de un plumazo con la vital ayuda que Estados Unidos les daba a las naciones más pobres en el área de la educación, la salud pública, la salubridad y la investigación científica en área sensibles para la población más vulnerable.  Ha cometido excesos y arbitrariedades que han debilitado el papel de Estados Unidos como líder mundial de la democracia, papel que está llamado a desempeñar.

Ahora, la Unión Europea, Inglaterra, Canadá y los demás países que han defendido tradicionalmente la libertad, tendrán que recomponerse y fortalecerse para seguir manteniendo sus modelos políticos e impedir que la alianza entre China y Rusia los avasalle en el futuro. Esta labor de preservación y defensa sería mucho eficaz si contara con el respaldo decidido de Trump. Sin embargo, todo indica que el presidente norteamericano está mucho más ocupado en castigar a humildes trabajadores que huyen de la pobreza entrando de forma ilegal a Estados Unidos, que en atender la responsabilidad fundamental que le corresponde.

La alocada estrategia de Trump está conduciendo a que China lidere un nuevo orden mundial en el cual el autoritarismo se une y fortalece, mientras la democracia se divide y debilita.  Es una de las ironías de estos tiempos.

 

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