El problema de nosotros
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 16 de Junio de 2025 00:00

altEl mundo está convulsionado. Venezuela, obviamente, no escapa de esta lamentable situación.

Lo que sucede en el Medio Oriente, entre India y Paquistán o entre Ucrania y Rusia, por mencionar algunas confrontaciones, tiene consecuencias para nosotros.

La globalización, proceso económico de integración, aunque algunos consideran extenderlo hasta lo social y político, está dando muestras de atravesar serias dificultades. A ello hay que sumarle un relanzamiento de los nacionalismos tan en boga en el siglo XIX y principios del XX, cuyas máximas expresiones fueron la concreción de países “hechos y derechos”, como Alemania e Italia. Ahora, decenas de poblaciones enarbolan peligrosos nacionalismos que pudieran revertir la convivencia pacífica o normal de sus integrantes. Incluso, ese llamado del presidente Donald Trump “America First”, de inocultables ribetes de extremo chauvinismo, ha provocado una gran repercusión, especialmente en América Latina, y sobre todo en lo que atañe a la migración.

Hay una atmósfera mundial de preguerra. Los organismos multilaterales, que proliferaron como hongos después de 1945 hasta la fecha, en muchos casos y situaciones en que les ha correspondido actuar, no han dado muestras de eficiencia ni de cumplimiento cabal de sus deberes. La O.N.U., por ejemplo, no ha sido competente en la práctica y ejercicio de sus atribuciones, sobre todo cuando su papel de mediador y hasta protagónico ha sido requerido.

De este lado, muchos piensan que el problema de los otros no es nuestro. Que hasta podría justificarse por aquello que, como se dice popularmente, con los nuestros basta. No obstante, ello comporta un craso error. Tarde o temprano cualquier conflicto o calamidad afuera, nos alcanzará, aunque sea medianamente. Además, abona a esta realidad que el régimen ni se ayuda internamente, y mucho menos en lo externo. Tanto así que con declaraciones destempladas y “acuerdos” fuera de lugar (como es su costumbre), lo que hace es atizar más el fuego del enfrentamiento. En otras palabras, hace todo lo contrario de servir de puente y enlace para la suscripción de posibles tratados de paz o de discreto negociador para conseguir las distensiones necesarias.

El problema es de nosotros, cuando en el vecino país suceden cosas reñidas con la constitucionalidad o cuando grupos de desadaptados cometen actos de terrorismo. La migración, el problema fronterizo de México con los Estados Unidos; la controversia con Guyana, a la que se agregan Trinidad y Tobago por asuntos petroleros, el delicado panorama de Bolivia y Ecuador son algunas muestras de la intrincada situación continental, y que nos incumbe a todos sin excepción.

El problema de los otros también es nuestro. La “aldea global” como muchos la han denominado, tiene presencia en cada rincón del planeta. Sin embargo, y por encima de todo, hay que ser optimistas. No al estilo panglosiano, pero hay que estar ganado a la idea que esto no es el fin del mundo y mucho menos de la humanidad. El ser humano aun conserva fuerzas intelectuales y valores que permiten superar esta coyuntura. Nuestra milenaria cultura occidental tiene mucho que dar. De peores hemos salido. Lo importante es tener presente que el problema de los otros también es nuestro. Y que sus soluciones tenemos que procurarlas cuesten lo que cuesten.

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