La emboscada del autoritarismo
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Sábado, 02 de Marzo de 2024 09:37

altLos enredos a los que ha conducido la actual crisis política, no han sido fortuitos.

Por lo contrario, son inducidos por cuanto los mismos constituyen el mejor “caldo de cultivo” para propiciar las ambigüedades y confusiones necesarias sobre las cuales descansa y se consolida el despotismo que induce un gobierno autoritario. 

De hecho, la crisis política que se ha desatado sobre Venezuela, además de agudos desarreglos propios del caos animado a la sombra de la represión alcanzada, ha provocado una retahíla de desgracias que escapan de dimensiones conocidas. Además, que problemas acumulados, todavía no prescritos por la indolencia de quienes creen estar comandando cuarteles, no se hayan desanudados de sus amarres históricos deviniendo en graves conflictos y serias contradicciones hasta ahora no resueltas. Ni tampoco antes ocurridas. Menos aún, consideradas en la plenitud de su incidencia. 

Buena parte de tan difícil situación, pudiera explicarse en la ineptitud de gobernantes carentes de la debida formación política. Así como en su desmedida procacidad. Pero también, por causa del desparpajo promovido por una impertinencia capaz de desconocer el clamor de una sociedad angustiada por el nivel de dificultades inconclusas que padece. 

En medio de estos avatares, surgen insuficiencias que, como problemas al fin, avivan la crisis conveniente al sentido que le aplica la praxis revolucionaria pretendida por la ideología sobre la cual se apoya el programa del régimen político venezolano vigente. 

 

Perverso juego político

En la concavidad que los efectos del autoritarismo prescriben como condición para perturbar la institucionalidad democrática, está el perverso ejercicio político de jugar al desbarajuste de conceptos fundamentales para el ordenamiento jurídico. 

Es entonces cuando se advierten gruesas confusiones ante lo que significa, por ejemplo, los términos gobierno, gobernanza y gobernabilidad. Esto que pareciera ser un simple juego de palabras, busca desubicar la trascendencia de dichos conceptos con el malévolo propósito de desorientar otros relacionados con inclusión, pluralidad, respeto. Pero particularmente, con el que implica el sostén del concepto “democracia”, que es LIBERTAD.

Al apostar al desmontaje de tan capitales nociones, el autoritarismo hegemónico se abre el camino para imponer tendencias políticas sobre las cuales se le hace fácil esculpir sus perversos propósitos. 

 

Consecuencias que potencian la crisis

Así, con un discurso acomodaticio a la coyuntura que induce la desesperación de una sociedad que se plantea la inminente recuperación de los proyectos de vida de su gente, el autoritarismo venezolano comienza a irrumpir espacios democráticos apoyándose en su capacidad de resentimiento, indolencia, odio, revanchismo e indecencia. Así penetra y convulsiona toda institución y realidad que exalta y exhorta sentimientos y actitudes libertarias.

De esta manera, asalta y agrede no sólo instituciones arrebatándole la legalidad y atropellando la legitimidad correspondiente. También, horadando la conciencia, el pensamiento y la dignidad de quienes se aferran a reivindicar derechos humanos y la ansiada LIBERTAD. Esta, necesaria para tallar la imprescindible autodeterminación del hombre. 

En consecuencia, frente a tan elevado grado de problemas que padece Venezuela en todos sus terrenos, salpican los efectos debajo de lo que puede resumirse como el inmenso problema. Más, de encenderse al advertir realidades prisioneras por causa de lo que oculta la complicación que surge cada vez que se da la emboscada del autoritarismo.


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