La regañadera |
Escrito por Fernando Luis Egaña |
Martes, 17 de Noviembre de 2009 07:08 |
![]() Acaso 3 factores ayudarían a explicar semejante patrón de conducta. El primero, desde luego, es meramente publicitario y tiene que ver con la fabricada matriz de que Chávez es el bueno y sus colaboradores son los malos. “Pobrecito, el Presidente se mata trabajando y sus ministros no le responden”... sería la percepción social que se quiere esparcir. Y como lo cortés no quita lo valiente, es justo reconocer que tan falsa maniobra ha logrado frutos en diversos ámbitos de la opinión pública. El segundo factor parecería derivarse de un cierto estado de ánimo cada vez más irritable y angustioso en el talante del señor Chávez. Y no es para menos, porque el descalabro gubernativo de la llamada “revolución bolivarista” no tiene precedentes en los anales nacionales. Luego de casi 11 años en el poder, mandando a sus anchas y con la botija repleta de petrodólares, la vida cotidiana del conjunto de los venezolanos se ha convertido en un vía crucis atormentado por la inseguridad, la carestía y el racionamiento. Y el tercero es tan obvio que necesita poca consideración: salvando algunas excepciones, los integrantes del alto gobierno se asemejan más a una montonera de piratas y vivianes, que a un equipo administrativo de siquiera mediocre factura. Hay ministros de múltiples carteras que no calzan los zapatos de un aprendiz de tercer nivel. Y lo más grave no es tanto que sean nombrados por primera vez, sino que sean atornillados, enroscados y promovidos. Ahora bien, ¿quién es el responsable de tamaña negligencia? ¿El funcionario maula o el gobernante que le designa? Porque si Diosdado Cabello es todo lo calamitoso que se desprende de las continuas reprimendas de su jefe, ¿por qué lleva un decenio largo ocupando las más apetecidas chambas del Estado nacional? Igual podría comentarse de buena parte de los 29 ministros y más de 100 viceministros que repletan la frondosa burocracia del “Gobierno revolucionario”. Aparte, no es justo que pase por debajo de la mesa el advertir la baja autoestima que adolecen los regañados ministros, ya que cualquier ciudadano que en verdad se respete no podría aceptar un tratamiento tan desconsiderado y ofensivo. Al respecto, vale la pena recordar la actitud digna del finado dirigente político, Alejandro Armas, quien rompió definitivamente con el señor Chávez al pararle en seco una agresión verbal. La acelerada regañadera, pues, es síntoma de descomposición. Tanto personal como gubernativa. Aunque el gran regaño, para decir lo menos, aún está por venir. Y será el que Venezuela le ofrezca al intemperante mandón. |
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