De un Monumento Nacional al Disparo Desconocido
Escrito por Luis Barragán   
Lunes, 16 de Noviembre de 2009 09:34

altToda guerra que se precie, comienza por casa. Y no aludimos a las condiciones psicológicas que la disparan, sino a la propia materialidad de los hechos que parece asombrar a pocos.

Omitamos por un momento, la tasa de homicidios en nuestro país, por no citar las múltiples y constantes agresiones, frustradas y consumadas, cuya autoría e inspiración nos remite a las fuerzas (pro) gubernamentales. Y optemos por la violencia abierta o agazapada que se da en loas medios universitarios, quedando inevitable y paradójicamente registrada junto a las obras artísticas e históricas que exhiben sedes como la de la Universidad Central de Venezuela.

Recordemos que un movimiento como el llamado M-28, salido del anonimato por un demencial ataque al rectorado que dependió de la entonces Vicepresidente Bastidas, presunción jamás cuestionada por ella misma, por lo menos con la fuerza y convicción que se esperaba, opera libremente en los predios universitarios sin más argumento que el de la pólvora. Por muy jóvenes que pudieran ser sus dirigentes, no gozan del apoyo que supondrían natural en el medio, tratándose de una manifestación del ideario y de la gesta revolucionaria que nos embarga, por lo que harían bien los politólogos, sociólogos o historiadores desocupados en estudiarlo y documentarlo, pues ˆ sin el acicate de la generalizada subversión estudiantil de los sesenta ˆ queda como una caricatura más del poder hoy establecido, colmado por un imaginario que no le pertenece a las promociones generacionales recientes: quizá, entre ellos, se encuentra una niña mala como la novelada por Vargas LLosa, con itinerario cubano o argelino a cuestas.

Lo cierto es que, a falta de gente a la que directamente se deba matar, bien vale dejar las dactilares de la violencia en los espacios públicos. No sabemos si el M-28 u otro de los colectivos en boga, reivindicaron para sí el hecho, pero, al igual que el destrozo de los monitores que permitían gozar del espectáculo en las adsyacencias del Aula Magna, cuando los había,  el acceso al rectorado sufrió el percance de una detonación que afectó, por cierto ,  una cerámica que se dice italiana, importada cuando hubo dinero para ello, y , valga la austeridad forzada, imposible de reemplazar debido al presupuesto ucevista. Por lo demás, se hizo bien al comunicar el asunto a la UNESCO, entendemos, porque se trata de una parte del patrimonio artístico e histórico que enorgullece a los venezolanos.

Se dirá de "apenas " un detalle, pero no lo es si lo sumamos a otros. Queda, pues, como un monumento al disparo desconocido: ojalá se mantenga así, con el polvorazo en las paredes, suerte de testimonio documental de los tiempos que nos ha tocado.


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