El infierno
Escrito por Víctor Maldonado C. | X: @vjmc   
Lunes, 31 de Agosto de 2009 20:01

altTodos los castigos del infierno están asociados a la futilidad de la acción. El mal disfruta y se crece en el sufrimiento de aquellos que han caído en sus manos.
Allí donde hay llanto y crujir de dientes
Mt 25,30



El infierno es la ausencia de Dios, que es orden y certezas. Allí donde priva la perturbación y la incertidumbre, la realidad comienza a ser mera apariencia, y ninguna cosa se muestra como lo que realmente es. El infierno es inversión y contradicción. También la imposibilidad de practicar una relación razonable entre causas y efectos, porque nadie garantiza que lo que hagamos tenga los resultados esperados. El demonio es el artífice de la sorpresa inminente, del temor y el misterio, del susto presentido, y de la oscuridad que nos impide apreciar lo que somos, y donde estamos. El diablo se solaza en la perversión de la realidad y goza de los argumentos retorcidos. El mal tienta con la gloria, promete que en adelante no habrá que inclinar la cabeza ante nadie, jura que al final seremos como dioses y no se nos negará conocimiento alguno, y sin embargo, todo termina siendo una trama de mentiras sobre las que se ha montado la pretensión del pecado y la tentación del mal.

Todos los castigos del infierno están asociados a la futilidad de la acción. El mal disfruta y se crece en el sufrimiento de aquellos que han caído en sus manos. Para el que tiene sed, ningún manantial será suficiente. Para el que tiene frío, ningún abrigo le dará calor. Pero la condena que realmente enloquece a los que tienen que sufrirla es el sinsentido con el que se presenta la realidad. El infierno es sobre todo la trampa de la trama, donde los buenos terminan siendo los malos, y los malos se salen con la suya y arrebatan el protagonismo y los premios. El infierno es carencia de sentido y arrebato de la realidad.

Vivimos el mal. Chávez criminaliza la realidad y utiliza todo el poder del Estado para transformarnos en delincuentes. Las leyes se han convertido en armas para el sometimiento, al convertirnos en seres incapaces de cumplirlas. Las leyes no se formulan para que impere la legalidad sino para perseguir a la sociedad democrática en todas y cada una de sus expresiones. Para convertir a los maestros y profesores en malhechores. Para transformar a los empresarios en enemigos del pueblo. Para someter a los padres a la dictadura de un Estado que quiere arrebatar la conciencia de sus hijos, sin que importe cuanto podamos resistir.

Chávez pervierte la verdad y se apoya en la mentira. Transforma a la sociedad que es su víctima, en la culpable de todos los males que él provoca con su incapacidad e ineficiencia. Chávez ha configurado un averno donde la falsedad se impone por la fuerza y con el concurso de unas instituciones degradadas hasta la servidumbre.  El presidente no está al margen. No es cierto que viva engañado por una corte siniestra de incapaces que le ocultan lo que está ocurriendo. La verdad es otra. Él es el conductor supremo del mal que estamos viviendo, su principal actor y beneficiario fundamental. Por eso es que su principal enemigo es el comunicador veraz de la realidad. Toda verdad ofende al presidente.

El desorden social que se configura en asesinatos, secuestros, asaltos y robos, así como en la delincuencia sindical que por cuenta del proceso está provocando el cierre de las empresas y la pérdida masiva de empleos de calidad son el resultado de instrucciones precisas del comando presidencial. La confiscación de la realidad y su sustitución por estadísticas que la falsean metódicamente son también una solicitud presidencial acatada por sus sirvientes. El cierre de los medios de comunicación es otro de sus caprichos, exigido públicamente. Y la determinación de gasear al pueblo, o regarlo de agua mezclada con excrementos, fueron su orden, transmitida en vivo y en directo. Chávez es la causa eficiente de este infierno de miedos, persecución, opresión y ruina a la que estamos sometidos todos los venezolanos.

Su infierno funciona. Sus reglas son obedecidas. Sus mandatos acatados. Y Benavides condecorado no es una afirmación del heroísmo sino de la sumisión de toda una institución, cuyo prestigio fue inmolado en el altar de la tiranía. Pero diablo solo hay uno. El resto, simples ángeles caídos de segundo orden, esclavos condenados a lamer la sangre de sus víctimas cuando ésta se riega en las calles. La degradación es su propio castigo dentro del infierno que funciona para todos.

El infierno es una secuencia de mentiras que hay que combatir aferrándonos a la realidad, a pesar del dolor que nos provoque reconocer cuan pavorosa puede ser.


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