La hora de la dictadura |
Lunes, 31 de Agosto de 2009 12:24 |
Circula en los corrillos de la chismografía chavista la lista del Aissami, que Luisa Ortega deber ingresar a los infiernos carcelarios de la Venezuela irredenta. Hitler a la vista. Auschwitz en el horizonte. A tomar las debidas precauciones.
Luisa Ortega Díaz y El Aissami comparten un requisito imprescindible vigente en este régimen para ocupar los altos cargos que detentan: tener un pasado comprobadamente encapuchado, haber militado en las filas de la ultra izquierda castrista y estar dispuestos a sentarse en las rodillas del ventrílocuo para servir de portavoces incondicionales de sus órdenes y caprichos de modo a hacer realidad el sueño chavista: triturar la Venezuela de la libertad y del progreso para montar un país de desdichados siguiendo los parámetros cubanos. Son los ex tirapiedras y rebeldes sin causa convertidos en muñecos pasivos y obedientes del ventrílocuo mayor. Con una sola orden: prohibir que nadie haga legal y constitucionalmente lo que ellos hicieron de manera criminal y subversiva y si lo hacen, perseguirlos, encarcelarlos y, si fuera posible, sacarlos de la vía con cualquier subterfugio. Como por cierto todas las mujeres y hombres que esperan la menor señal del teniente coronel para mover sus bracitos y piernitas, girar la cabeza de izquierda a derecha o de arriba abajo, abriendo sus toscas mandíbulas a la orden de la zurda presidencial. Ejemplos eximios: Nicolás Maduro y su ex Cilia Flores. O Jacqueline Farías y Jorgito Rodríguez, o Darío Vivas o Lina Ron, o Diosdado Cabello y Jesse Chacón. Todos ligaditos en pareja y alineados en la estantería del despacho presidencial a la espera de la caricia o el pellizcón de Su Alteza Irreal, Hugo Rafael Chávez Frías. Partes del circo de muñequitos de Pepeto Chávez. Sangriento y brutal, como corresponde a los payasitos de las nuevas películas de horror. Dada la ruina y la futura bancarrota en que se encuentra el Circo del teniente coronel, el muñequito de procedencia siria y la chinita maracayera pasan a asumir rol protagónico en el espectáculo. Ésta, travestida de Fiscal General de la República dictamina que quien mueva un dedo en reclamo a sus salarios retenidos va a la cárcel y debe asumir penas que oscilan entre la burusa de 12 años ˆ el doble del lapso que se le asigna a un homicida simple ˆ hasta 24 años de prisión. Si reclama, le caen los treinta, pena máxima ya acordada a los comisarios del 11 de abril. En la Venezuela del teniente coronel las penas máximas no tienen por objeto reprimir la danza de los homicidios ˆya van ciento cincuenta mil a cuenta de este gobierno ˆ sino castigar el pensamiento crítico. Siguiendo por cierto una extraña y muy sorprendente dicotomía: si el preso es opositor, a La Planta como preso común y se le tira a dormir en el suelo en un pasillo, como se ha hecho con los 11 trabajadores de la Alcaldía Metropolitana. Si es oficialista y debe aparentar estar presa, entonces se la lleva en helicóptero a La Orchila, se la aloja en las dependencias presidenciales, se le garantiza protección de la armada nacional para que tome sus baños de sol acompañada de amigos y familiares, como se ha hecho con Lina Ron. Si el asunto es la clandestinidad, entonces se le persigue como a un perro, como le sucede a Oscar Pérez, o se le manda a Varadero, como a Valentín, el jefe de La piedrita. Circula en los corrillos de la chismografía chavista la lista del Aissami, que Luisa Ortega deber ingresar a los infiernos carcelarios de la Venezuela irredenta. Son 360 los nombres allí inscritos. Primeros de la lista: Antonio Ledezma, Leopoldo López, Henry Ramos, Julio Borges, Luis Ignacio Planas y todos y cada uno de los líderes opositores, incluidos Ismael García y todos los parlamentarios de PODEMOS así como a César Pérez Vivas, Pablo Pérez, Enrique Capriles y todos los gobernadores y alcaldes de oposición previo allanamiento de sus inmunidades. Les siguen comunicadores, analistas, dirigentes sindicales y miembros de la sociedad civil. Hitler a la vista. Auschwitz en el horizonte. A tomar las debidas precauciones. Llegó la hora. La hora señalada en todos los análisis. La hora de la dictadura. |
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