La telaraña de las grandes palabras
Escrito por Ignacio Ávalos Gutiérrez   
Miércoles, 21 de Diciembre de 2011 19:17

altVivimos en el país de la desmesura política, el que proclama solemnemente hacer historia en cada cosa que realiza su gobierno, el de las grandes batallas ideológicas



I.
Por desgracia, el año 2011 no trajo sorpresas : las cifras que registran las diversas formas de violencia que marcan la cotidianidad venezolana, resultaron aún peores que las del año precedente, sin que el Ministro Tareck El Aissami pestañee ni, lo peor, sea removido del cargo, con todo y su optimismo. Seguimos sin políticas adecuadas, sin saber meter la uña en el problema, todo se nos va en operativos y aspavientos institucionales, mientras se nos dan explicaciones teóricas que presumen de ingeniosas – verbigracia la de la “sensación térmica”-, según las cuales no está pasando lo que está pasando, es que a la gente le da por exagerar. Hemos terminado siendo, así pues, uno de los países más violentos del planeta y quién sabe si acostumbrado cada vez más a vivir como si así fuera la vida.

II.
Nuestro país muestra el mayor número de adolescentes embarazadas.  Nuestras chamitas repiten, en este sentido, una biografía en la que apenas inventan algún rasgo, la cual es posible a pesar de tantas buenas leyes, asomo de un país que no pasa de ser una mera aspiración, por ahora muy lejos de volverse realidad. No tenemos, así pues, cómo cuidar a nuestras jovencitas e impedir que  sean mamás a destiempo, no tenemos cómo enseñarles, al menos, el abc de la pedagogía sexual y mostrarles que la maternidad no tiene por qué ser la desgracia de una circunstancia, extraída de un numerito de la lotería, sino una libre decisión tomada en el ejercicio de un derecho. Por eso, aunque andemos de revolución, para estas chamitas embarazadas la posibilidad de una vida mejor sigue siendo chiquitica, como antes, cuando no andábamos de revolución.

III.
Lo dicho : es que vivimos en el país de la desmesura política, el que proclama solemnemente hacer historia en cada cosa que realiza su gobierno, el de las grandes batallas ideológicas libradas en decenas de sitios. Vivimos en un país solemne, enredado en la poderosa telaraña de las Grandes Palabras. Un país en el que nada se parece mucho a lo que se dice que es.  Que habla de la seguridad y deja que medio país ande armado y habla del futuro de los jóvenes mientras ocurre, como señalé, que una de cada cinco embarazadas es una adolescente. Que habla, así mismo, de muchas otras cosas,  de la soberanía alimentaria, por ejemplo, a pesar de los barcos extranjeros que descargan miles de toneladas de comida en nuestros puertos.  De la independencia tecnológica, aunque su aparato productivo se vuelve  cada vez más endeble.  De la inclusión social, no importa que la gente perciba el desempleo como su principal angustia y los datos asomen que la distribución del ingreso se ha movido poco. De la democracia protagónica, sin que a muchos les resulte extraño el culto a la personalidad. Del apoyo a la educación popular, aunque no llegue hasta las puertas de Fe y Alegría. Y, por decir apenas otra cosa más, un país que habla de la construcción de un poderoso movimiento estudiantil, revolucionario a más no poder, al paso que sucede el triunfo electoral de un militante de Acción Democrática como Presidente de la FCU, hecho que no ocurría hace mil años en la UCV.

Desenredar la telaraña de las Grandes Palabras será un tema de enorme significación en el debate electoral. Lo será porque allí están atrapadas las inconsecuencias y las ligerezas gubernamentales, pero sobre todo, porque allí se encuentran, también, las esperanzas y aspiraciones de cambio que todavía guardan los venezolanos.


HARINA DE OTRO COSTAL

Los partidarios de Los Tiburones de La Guaira somos feligreses, es decir, devotos movidos por la fe, al margen de razones y desempeños. Sólo así se explican nuestra terquedad y paciencia, con visos de eternidad, lo mismo que el entusiasmo a prueba de tristezas. Por eso, el éxito de esta campaña – hacía rato que no veíamos desde arriba a los demás equipos -, nos llena de alegría, claro, pero no nos brinda motivos adicionales para apoyar la causa, a la cual somos fieles de manera vitaliza y a ultranza, sin resultados, por más adversos que sean, que la pongan en duda.

En este último articulo del año, desde el arrebato personal proporcionado por la clasificación de mi equipo a la ronda final, les deseo felices navidades a todos los lectores, aún a los que sean caraquistas o magallaneros.

El Nacional/opinionynoticias.com


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