El abismo que no ven |
Escrito por Milagros Socorro (periodista) |
Domingo, 04 de Diciembre de 2011 08:57 |
![]() Su presencia entre nosotros nos honra y regocija. Por eso me dirijo a usted en términos de respeto para hacerle ver algunas realidades. Cuento con que tiene usted tanto interés por Venezuela como la democracia de este país demostró por el suyo durante varias décadas. Y no lo abrumaré con lo que ya sabe (estoy segura de que no ignora que por estos lares no tenemos separación de poderes, detentados todos por su dicharachero anfitrión; que desconocemos las cuentas de la República, administradas por el folklórico como si fueran de su propiedad; que el Gobierno lo ejerce la clase dirigente más corrupta de América Latina, como acaba de certificar Transparencia Internacional; que los medios de comunicación en otros tiempos refugio de importantes periodistas desterrados son perseguidos por un régimen que ha ido haciéndose de un entramado de leyes para estrangular las libertades sin molestar las sensibilidades de los "socios continentales"; que el ritual electoral es degradado sistemáticamente por un Gobierno militarista, de linaje hundido en la felonía, que no oculta un grosero ventajismo y que humilla a la oposición con prácticas deleznables de las que no escapa el simpaticón de la cara hinchada, dado a insultar, espiar y amenazar a sus críticos). No nos detendremos en estas menudencias, que usted conoce al dedillo. Están a la vista del mundo. Y quién sabe si, con todos estos datos, usted se regocija de su propio retrato en contraste con el sedicente "hijo" de Fidel Castro. Al lado del primitivo de Venezuela, cualquiera es un estadista, ¿no, picarón? Vamos a lo que está menos de bulto. Se habrá maravillado usted de la tranquilidad de Caracas, con fama de ser una de las ciudades más convulsas del continente. Bueno que sepa que pocos días antes de su arribo, el ocurrente declaró el viernes 2 diciembre día no laborable para el sector público, lo que no impidió que sus policías se arrojaran desde el miércoles sobre los comerciantes de varios sectores céntricos de la capital para obligarlos a cerrar sus establecimientos. Desde luego, todos lo hicieron: les sale menos oneroso que la expropiación e invasión por parte de un funcionario valido de la revolución. Habrá notado el despliegue de seguridad que zumba a su alrededor como un enjambre tranquilizador. Para protegerle a usted y a su comitiva, el Gobierno ha dejado inerme a la ciudadanía de un país donde se cometieron 420 homicidios en las primeras 3 semanas de noviembre (tenemos una media diaria de 15,4 homicidios). Esto indica que mientras dure la cumbre, entre viernes y sábado, tendremos en Caracas, por lo menos, 10 secuestros y 32 asesinatos. El virtual estado de sitio sólo beneficiará a los participantes en la cumbre: en la zona 7 del barrio José Félix Ribas, donde el pasado fin de semana hubo un triple homicidio, el operativo no se sentirá. Tampoco en la zona llamada Cementerio o en La Cumbre de Antímano, donde también hubo sendos casos con 3 víctimas mortales. Claro que tampoco experimentarán la sequía que desde hace más de cuatro meses castiga a los habitantes de Playa Grande, justo al lado del lugar por donde usted llegó al país. Ni verán el estado deplorable de las instalaciones del aeropuerto de Maiquetía, pues fueron recibidos en la mimada rampa presidencial. Hospedados, como corresponde, en lujosos hoteles, no se enterarán de que esta semana se cumplió un año del decreto gubernamental que ordenó la ocupación de hoteles por parte de damnificados (por lluvias). Pero, para que se lleven un souvenir del parque temático revolucionario en que ha desbarrado Venezuela: los propietarios dicen que las pérdidas ascienden a 625 millones de bolívares y que no han recibido ni esperanzas de un pronto desalojo de los 170 hoteles invadidos. Desde la cumbre, donde usted se codea con tiranos de más de medio siglo, como los opresores de Cuba, no se ven estos y otros abismos reservados al pueblo venezolano.
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