Debate que (menos mal) no fue debate
Escrito por Ignacio Ávalos Gutiérrez   
Miércoles, 23 de Noviembre de 2011 06:38

altEs que a mí el debate político siempre me ha parecido un remedo del ring de boxeo, en el que actúan unos pugilistas que se pegan con la palabra


I.

Aunque pichirre con el buen juego, la Vinotinto ganó la semana pasada y consiguió, en Pueblo Nuevo, un triunfo que la coloca en buena posición para poder llegar ­esta vez como que sí­ al próximo mundial de fútbol. Así, los venezolanos tuvieron de nuevo, esa noche del martes, un motivo para re encontrarse y hubo patria, al menos por un ratico, el ratico que tardó en regresar la "sensación térmica" de que vivimos en un país fracturado (y no sé si decir bifurcado), un país que se cree dos países que no se hablan ni siquiera para saber cuál es el alcance de sus discrepancias.

II.

Así, después del efímero saborcito a destino compartido, el país bifurcado volvió a lo suyo, esta vez en la Asamblea Nacional. Con apuro digno de mejor causa ­no hubo ni el amago del parlamentarismo de calle­, fueron aprobadas varias leyes que, por su trascendencia, merecían un trato menos sectario. Se olvidó, así pues, que el Parlamento es, desde luego, el lugar en donde se fabrican las normas, pero es, igualmente, un ámbito imprescindible para la deliberación política, obligado a recoger los sentires de la calle.

Cierto que la mayoría decide, esa es la regla de la democracia, pero la aritmética no condona la presentación de argumentos ni, tampoco, la digestión de las razones del que piensa distinto.

Empleada así, la aritmética sirve para el abuso que, hasta nuevo aviso, es antidemocrático.

III.

Así, después, como digo, del saborcito a patria que nos dejó la victoria de la selección, la realidad, testaruda como es, nos recuerda que nuestra vida transcurre en una sociedad calada por la zozobra y con señales peligrosas de anomia. Veníamos del secuestro del pelotero Wilson Ramos cuando ocurrió el asalto a la UCV, dos hechos resaltantes que forman parte de una lamentable cotidianidad puesta de manifiesto en homicidios, secuestros y robos, por no meter en el mismo saco otras formas de violencia más sutiles, pero así mismo socialmente devastadoras. Y no es que durante esta última década se haya inventado la inseguridad, pero sin duda hoy vivimos en un país menos civilizado, más inhóspito, más bárbaro, más cruel, de lo que era antes y, por desgracia, lo estamos convirtiendo en un lugar en el que muchos preferirían no vivir.

IV.

Así las cosas, me gustó que el debate de los precandidatos opositores no fuera debate. Es que a mí el debate político siempre me ha parecido un remedo del ring de boxeo, en el que actúan unos pugilistas que se pegan con la palabra, mientras el público liga el nocaut. El debate es conveniente, se dice, a fin de determinar quién tiene en su cabeza la mejor idea general del país deseable y las mejores maneras de irlo haciendo posible. Para conocer quién tiene mejor criterio político y quién cuenta con el mejor talante para sumar consensos y, por otro lado, lidiar con los conflictos.

Para medir quién tiene más olfato, cautela y audacia, como habría dicho Maquiavelo. Y, en términos de la Venezuela de ahora, para tantear, en fin, quién es capaz de gobernar al país enmarañado que seremos en el año 2013. El problema es que estas cosas no suelen salir a relucir en una polémica mediática, la cual, como se sabe, tiene lugar según sus códigos, conforme a los cuales la vestimenta, por ejemplo, puede significar más que una buena idea y una ocurrencia a tiempo más que un argumento. Así mismo, es posible que el aplomo compense la ignorancia, y la sonrisita irónica cualquier error grueso. En este contexto la apariencia es lo que importa, y no se mide ni se pesa lo que hay que medir y pesar, esto es, la combinación necesaria de ingredientes que requiere un buen presidente. En suma, todo queda reducido a un juicio sobre el potencial retórico de los participantes.

Visto, pues, el actual contexto nacional, menos mal que el debate no fue debate, sino algo menos espectacular, pero paradójicamente más trascendente, un evento que mostró que existe otra forma de hablarnos y de airear las discrepancias sin que el escenario tenga que ser el remedo de un cuadrilátero. La noche del lunes 14 tuvimos la ocasión de ver todos, opositores y oficialistas, también los Ni-Ni, que la política es, sobre todo, el arte de crear un espacio para hacer del país un afán común, eso que a raticos nos deja sentir el equipo de fútbol.

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