Nuestra foto de Benetton
Escrito por Juan Carlos Apitz   
Lunes, 21 de Noviembre de 2011 07:00

altUna provocadora campaña recién difundida por la marca italiana Benetton muestra, mediante trucos digitales, besándose en la boca a Benedicto XVI y Ahmed Mohamed el-Tayeb,

imán de la mezquita Al-Azhar en El Cairo; al presidente de EE.UU. Barack Obama y el líder chino Hu Jintao; al presidente palestino Mahmoud Abbas y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu; al presidente francés Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel, entre otras personalidades. No obstante, llama mucho la atención la propagandística mezcolanza de la política con la religión.

Ahora bien, en un mundo afortunadamente laico (con una obligada y necesaria separación entre la Iglesia y el Estado) ¿tiene la Iglesia un papel que jugar? El surgimiento de partidos y grupos religiosos que utilizan como vehículo las elecciones para restablecer órdenes anacrónicos fundados en mandatos divinos, ordenamientos cósmicos o usos y costumbres añejos que no tienen más validez que su permanencia, amenaza a la democracia misma. El voto es sólo el medio democrático para conformar un gobierno. La práctica democrática va mucho más allá: implica el respeto a los derechos y libertades fundamentales de todos los ciudadanos sin distinción de raza, posición social y sexo; la inclusión de los intereses de las minorías; la tolerancia de las diferencias; la libertad de culto, y la negociación para encontrar el punto de equilibrio entre los intereses de grupos, cabildos, estratos sociales y partidos, para garantizar la gobernabilidad de un país.

Las religiones están especialmente mal diseñadas para garantizar y fortalecer la democracia en cualquier latitud.

La tolerancia y la religión son como el agua y el aceite.

Desde las religiones monoteístas de Occidente, hasta el hinduismo y doctrinas semi-religiosas como el confucianismo en Oriente, derivan su legitimidad de ámbitos trascendentales que nada tienen que ver con el Estado de derecho: la palabra de un dios ­o de muchos­ o de un supuesto ordenamiento universal intocable. Cada uno de esos cuerpos religiosos tiene la certeza de poseer la verdad única. Eso transforma automáticamente a sus seguidores en elegidos frente al "otro": el equivocado, el no creyente, el apóstata, hereje o infiel.

Toda religión discrimina al que piensa o cree diferente y, además, jerarquiza a sus seguidores: en castas inamovibles (como las que décadas de secularidad en India no han podido erosionar), ciudadanos que obedecen al siguiente estrato para garantizar la estabilidad social (como lo exigen aún los remanentes del confucianismo en China), o en sistemas empeñados en convertir el pecado en delito y en someter a la mitad de la población ­las mujeres­ a normas patriarcales que las privan de sus derechos (como el judaísmo ortodoxo, el cristianismo en todas sus versiones, y el islam).

El predominio político de la religión impide también el compromiso y el equilibrio de intereses opuestos, fundamentales para la práctica democrática. Es imposible negociar con el dogma. Los fanáticos religiosos son autistas morales.

En fin, en esta tierra de gracia sería inconcebible una campaña publicitaria contra la polarización política y el odio mediante un enorme fotomontaje que muestre al Cardenal Jorge Urosa Savino y al conductor de La Hojilla Mario Silva besuqueándose en la boca. ¡Fin de mundo!


www.juancarlosapitz.com Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

@justicapitz


blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com