La obediencia militar que ciega |
Escrito por Diego E. Arria |
Viernes, 07 de Agosto de 2009 12:24 |
![]() ¿Cómo pudo suceder semejante desnaturalización de su misión, mediante la cual las armas de la República son entregadas a los oficiales preseleccionados por su cercanía y simpatía al proyecto político, para que respondan sólo al jefe de Estado? Sin la menor duda la responsabilidad principal recae en la perdida del sentido institucional y de la dignidad personal de los oficiales del alto mando militar, quienes negociaron su deber por la oportunidad de participar en el saqueo del poder y del patrimonio nacional, sometiendo al escarnio y al repudio público al resto de su institución y a sus propios familiares. Su voracidad los llevó a subordinarse al denominado “primer golpista de América Latina” para avanzar en lo que, parodiando al Che Guevara, sería la creación del “Oficial Nuevo”. Justamente los que necesitan para reforzar un sistema que, con el apoyo de agentes de la inteligencia cubana, actúa como ejército de ocupación de nuestro territorio, cuya máxima prioridad es anular toda resistencia. El proceso para tal despropósito fue el siguiente: El jefe de Estado alteró radicalmente el juramento de graduación de los nuevos oficiales entre 2006 y 2008. En 2006 los subtenientes respondían a la siguiente pregunta: “¿Juran ante Dios y la República, en presencia de la Bandera, defender la patria, sus instituciones y su pueblo hasta perder la vida, si fuese necesario, y no abandonar jamás a sus superiores?”. En 2007: “Juro delante de Dios, delante de usted (Hugo Chávez), por el Dios de mis padres, por mi honor, por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, en la gran batalla por la segunda independencia nacional, por la liberación definitiva de Venezuela y por la felicidad de mi pueblo. Patria, socialismo o muerte”. Y finalmente en 2008 el jefe de Estado –quien declaró que “el pueblo venezolano necesita que su Fuerza Armada sea más antiimperialista, más revolucionaria y más socialista: en la teoría, en la ideología y en la praxis”- los juramentó así: “¿Juran no dar descanso a sus brazos ni reposo a sus almas hasta que, junto al pueblo, hayamos construido (...) la patria socialista? (....) ¿Juran sumarse (...) junto al pueblo y la FAN a impulsar la revolución bolivariana para su independencia?” Esta desviación institucional, contraria a los intereses de la patria, tiene consecuencias muy graves para los venezolanos que aspiramos a vivir en libertad y democracia. Pero las tiene también para el resto de América Latina y muy en especial para nuestros vecinos. Una Fuerza Armada que coopera con grupos narcoterroristas, y con regimenes y organizaciones forajidas, con los cuales comparte propósitos similares, representa un extraordinario peligro para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. La Academia Militar de Venezuela ha sido convertida en “la cuna de la Revolución Bolivariana”, como reza su lema, en la cual se forjan militares que practican la obediencia ciega a Hugo Chávez. Es esa obediencia ciega la que los lleva a celebrar como fiesta nacional el crimen del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, fecha en la que murieron más de cien personas. Pero la obediencia ciega no es la que legitima los desmanes ni les garantiza impunidad, como sueñan muchos oficiales para excusar sus actos. Desde el establecimiento del Tribunal de Nuremberg tal obediencia no les exculpa de sus delitos, cuyas penas compartirán por igual con el jefe de Estado. Entrometiéndose en la crisis de Honduras, en la cual tuvo una responsabilidad central, Hugo Chávez le dijo a los militares de ese país: “¿Me pregunto hasta cuando va a durar la obediencia ciega a estos gorilas?” Es la misma pregunta que yo le vengo haciendo como ciudadano, con todo mi derecho, a los militares venezolanos que se comportan como gorilas. ¿Hasta cuando va a durar la obediencia ciega a un hombre, y no a la Nación? (*): Ex Embajador ante la ONU. |
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