Del Catatumbo al Esequibo: Frontera y Nación
Escrito por Claudio Briceño Monzón | @CabmClaudio   
Domingo, 16 de Febrero de 2025 00:00

alt“Un gobierno que no sea capaz de fijar metas y rumbos en las políticas internas tan reclamadas por todos los sectores del país,

no puede emprender una navegación de altura o un vuelo instrumental de los mares y cielos inescrutables y peligrosos de la política internacional. Con fatalidad de ley física el actual gobierno proyecta hacia el exterior el desastre, las contradicciones y los disparates que caracterizan sus acciones domésticas.”[1]

 

El concepto de frontera, a menudo utilizado como sinónimo de límite, se revela en un análisis más profundo como un ente complejo que trasciende la mera delimitación espacial. La frontera, en su esencia, engloba no solo la línea divisoria, sino también la zona que esta línea define, una región que se caracteriza por un régimen jurídico, social, político y económico propio. Así, la frontera se presenta como un espacio de interacción y tensión, donde la línea divisoria se convierte en un punto de encuentro entre realidades distintas.

En el contexto de los Estados-Naciones modernos, las fronteras se erigen como elementos definitorios, líneas geográficas reconocidas que separan o conectan entidades políticas. Sin embargo, su estudio no puede ser aislado, ya que la frontera se entiende en relación a los grupos que ella separa, convirtiéndose en una línea de equilibrio trazada por el hombre en el espacio geográfico.

El proceso de formación del territorio nacional en Venezuela, marcado por la conformación y transformación de los Estados, ha estado acompañado por una serie de conflictos limítrofes. Las fronteras, líneas imaginarias y artificiales representadas por hitos o mojones, se han definido a partir de accidentes naturales o de la interacción entre grupos culturales.

Los problemas fronterizos entre los estados venezolanos, que se remontan a la formación de la República, han generado tensiones debido a la complejidad del asunto, que involucra regionalismos geohistóricos arraigados desde la época colonial. Estos regionalismos influyen en la economía, la cultura, la comunicación, la educación y la política, dificultando la resolución de los conflictos por parte del gobierno central.

La conformación territorial de Venezuela también se ha visto influenciada por la evolución de las problemáticas fronterizas con los países vecinos. En este sentido, es crucial analizar el proceso de estructuración de las fronteras con Brasil, Guyana, Colombia y la fachada caribeña:

La frontera con Brasil, definida por el río Negro y el Orinoco, ha sido objeto de disputas por la explotación de recursos naturales y la delimitación de áreas indígenas. La disputa con Guyana por la región del Esequibo, rica en recursos minerales, ha sido un tema de controversia histórica, con tensiones que se mantienen hasta la actualidad. La frontera con Colombia, definida por la cordillera de los Andes y la cuenca del Orinoco, ha sido escenario de conflictos por el control de territorios y la presencia de grupos armados.

La delimitación de las fronteras marítimas en el Caribe ha sido un tema complejo, con disputas por la explotación de recursos pesqueros y la delimitación de zonas económicas exclusivas.

La frontera en Venezuela, como en otros países, no es solo una línea divisoria, sino un espacio dinámico donde se entrelazan las realidades de diferentes grupos, se definen identidades y se gestan conflictos. Comprender la complejidad de la frontera, tanto interna como externa, es fundamental para el desarrollo de políticas públicas que fomenten la integración, la cooperación y la resolución pacífica de las controversias.

La violencia que hoy observamos en el río Catatumbo, más allá de Venezuela, como un espejo que refleja la realidad, nos recuerda que las aguas, al igual que la identidad nacional, fluyen más allá de las fronteras trazadas en los mapas. Su historia, desde la expansión del circuito cafetero hasta la era del petróleo, nos habla de una nación en constante transformación, buscando su lugar en el mundo. Sin embargo, la reclamación del Esequibo nos confronta con una realidad incómoda. ¿Cómo reivindicar un territorio que hemos dejado de habitar, de sentir como propio? ¿Cómo reclamar un espacio que, en el día a día, se ha convertido en parte del tejido social de otro país? Esta situación nos invita a reflexionar sobre la naturaleza misma de la identidad nacional. ¿Se define solo por las líneas que delimitan un mapa? ¿O se construye a través de la historia compartida, las relaciones interpersonales y el sentido de pertenencia?

La respuesta, quizás, no se encuentre en la rigidez de las fronteras, sino en la complejidad de la identidad, en la fluidez de la historia y en la búsqueda de un futuro donde el diálogo y la cooperación sean las herramientas para construir un espacio de paz y entendimiento.



|*|: Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela por el Estado Mérida. Profesor Titular de la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades y Educación, de la Universidad de Los Andes ULA, Mérida-Venezuela. Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello. Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata–Argentina. Coordinador del Doctorado en Estudios Políticos ULA.

[1] Rubén Carpio Castillo (Exembajador en la O.N.U.). “La política exterior: ¿Cuál política cuál diplomacia?”, EL Nacional, Caracas 8 de noviembre de 1981, p. D-4.

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