Los submarinos alemanes atacan a Venezuela |
Escrito por Carlos Balladares C. | X: @Profeballa |
Jueves, 17 de Febrero de 2022 00:00 |
La madrugada del 16 de febrero de 1942 un convoy de tanqueros petroleros recorría las aguas venezolanas desde Maracaibo hasta Curazao, tal como hacía desde el inicio de la explotación petrolera y el establecimiento de las refinería en Aruba, Curazao y Trinidad en las décadas de los veinte y treinta y cuyo nombre era “la flota mosquito”. Al pasar frente a la Península de Paraguaná a 30 kilómetros de Punta Macolla fueron atacados por el U-502 del capitán Jürgen von Rosenstiel de la Kriegsmarine (armada del Tercer Reich) el cual logró hundir al Tía Juana, el San Nicolás y el Monagas, siendo este último de bandera venezolana y como en todos los tanqueros había criollos fallecieron en total nueve de ellos. Mientras tanto el U-67, comandado por el capitán Günther Müller-Stöckheim, cañoneaba desde la superficie la refinería de Curazao y el U-156 de Werner Hartenstein la correspondiente de Aruba hundiendo dos más: el Pedernal y el Oranjestad. Un cuarto submarino, el U-161 de Albrecht Achilles, acechaba entre Paria y Trinidad. Esa noche murieron más de 50 tripulantes dando inicio a las 35 incursiones frente a nuestras costas y mar territorial que llevaron a pique o averiaron a 69 buques mercantes desde 1942 a 1944. Se dice que en las profundidades de nuestros mares reposan cuatro U-boots con la esvástica nazi. La Segunda Guerra Mundial (SGM) no fue un conflicto distante o extraño para nuestra nación. El origen de este ataque está en el inicio de una nueva etapa en la larga Batalla del Atlántico. La misma comenzó con la entrada de los Estados Unidos en la SGM después de Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941) y la declaración de guerra de Adolf Hitler cuatro días después. Los submarinos del almirante Karl Doenitz comenzaron lo que llamaban unos nuevos “tiempos felices” (enero de 1942 a febrero de 1943), en el cual logran cifras de hundimiento que podían poner en peligro el esfuerzo de guerra Aliado. La causa respondía a que los mercantes estadounidenses y el comercio en torno al continente americano no escuchó los consejos de seguridad de la Royal Navy (viajar en convoy y apagar las luces de las ciudades portuarias), además de la inexperiencia en combate de la US Navy, por lo que de esta forma fueron fáciles víctimas de las “manadas de lobos”. El almirante Doenitz buscará aprovechar esta situación al máximo y entre sus políticas planea la llamada “Operación Neuland”, que tenía como objetivo el reducir el transporte del petróleo venezolano. El mismo era fundamental debido a que el 64% del combustible de los Aliados en Europa y África del Norte provenía de la refinería de Aruba cuyo único proveedor era Venezuela, y a su vez la de Curazao, también era abastecida por los pozos del Lago de Maracaibo y producía el 80 % de la gasolina usada por la Royal Air Force (Ramón Rivas, 1995, Venezuela, petróleo y la Segunda Guerra Mundial). Venezuela durante los gobiernos de los generales Eleazar López Contreras (1935-41) e Isaías Medina Angarita (1941-45) mantuvieron la misma política de todo el continente: seguir el liderazgo de los Estados Unidos. Se pasó de la neutralidad a una ruptura de las relaciones con los países del Eje en diciembre de 1941. Pero una vez que fuimos atacados no se declaró la guerra como sí hicieron otras naciones de Iberoamérica (desde diciembre de 1941 a diciembre de 1942: Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Brasil, Cuba, México y Colombia), pero se inició la mejora militar de nuestra Armada y la defensa en general, solicitando la ayuda de Estados Unidos e incluso permitiendo la asistencia de su personal militar con artillerías de costa. Bajo la Ley de Préstamo y Arriendo se nos adjudicaron cuatro nuevas patrulleras con detectores acústicos y la mejora de los cañoneros General Urdaneta y General Soublette para tener capacidad antisubmarina. Es importante recordar que esa trágica madrugada el cañonero General Urdaneta comandado por el teniente de navío Wolfgang Larrazabal, no pudo hacer nada ante la amenaza salvo rescatar los que saltaron al mar, ahora iba ser distinto. Otras medidas que se asumieron fue vigilar a la comunidad alemana, en especial a los miembros de la sección en el país del partido nazi hasta que muchos fueron expatriados o enviados a campos de concentración nacionales. Pero ese es un tema que trataremos en su momento. Nuestras principales fuentes; además de las que hemos venido usando en nuestras entregas sobre la Batalla del Atlántico (David Mason, 1968, Submarinos: la amenaza secreta; etc.) y las obras generales de los historiadores: Antony Beevor, 2002, La Segunda Guerra Mundial y Williamson Murray y Allan R. Millett, 2000, La guerra que había que ganar; fueron las del amigo y mayor conocedor del desarrollo de la Batalla del Atlántico en aguas venezolanas: el Capitán de Navío (retirado) Luis Farage Dangel (compilador), 2010, Venezuela y la Segunda Guerra Mundial y la de mi hermano el biólogo marino Clemente Balladares, 09-I-2020, “La noche de los submarinos nazis en Venezuela”. La semana que viene retomamos la ofensiva japonesa en el Pacífico. |
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