Tu precio |
Escrito por Joana Bonet |
Viernes, 19 de Junio de 2009 06:03 |
El hombre honrado y digno de Pascal se cegó ante la apariencia de verdad que mostraban la belleza, la felicidad y por supuesto el dinero. Y fue condenado a ponerse un precio. Bien lo sabe el ahora ciudadano español Franns Rilles Melgar, fotografiado en la cama del hospital con su muñón perplejo y la mueca de aturdimiento. Su brazo, según decidió su patrón, valía para el cubo de basura. Su vida, al límite, no era nada comparada con las piernas de Ronaldo, que valen mucho más que unos brazos de amasador de harina, y el boliviano lo sabía: sin papeles, con jornal, a Dios gracias. En la antigua Grecia, el diario de un esclavo se resumiría en tres palabras: trabajo, disciplina y comida. Jenofonte aconsejaba tratarlos como a animales, patearlos cuando desobedecían y recompensarlos cuando mostraban buena conducta. Incluso en las sociedades ideales de los griegos, eran necesarios quienes se sometían al amo. La situación ha variado poco, tan sólo han aumentado las clases de esclavos. Hoy, todo el mundo se baja el precio y se siente más prisionero que nunca de su circunstancia. Se intenta mantener el caché, la tarifa, el servicio, la hora, pero se aceptan las rebajas. No es el talento ni el trabajo lo que se valora, tan sólo. En la mayoría de las ocasiones intervienen fama, belleza, oportunidad, el pelotazo o, como dicen los cómicos, “que la gente te compre”. Es absurdo que los traductores de Kafka cobren menos por 300 páginas que Belén Esteban en un programa de televisión. O que un investigador gane lo que una azafata en una fiesta. Ya lo dejó claro la modelo Linda Evangelista hace años: “No me levanto de la cama por menos de 10.000 dólares”. Médicos de urgencias, abogados de turno de oficio, soldados, peones, correctores, maestros, amas de casa, panaderos; quienes colocan las piedras más pesadas de la sociedad, tan devaluados. La crisis alimenta la precariedad y el todo vale. Ronaldo ficha por 94 millones de euros escandalizando a la opinión pública por la “inmoralidad” de su contrato cuando en el Inem hay ya más de cuatro millones de parados. Y Melgar siente aún el dolor del miembro amputado, tratado como tripas de pescado. Escandalicémonos, también, ante el bajo precio que han alcanzado los órganos humanos en el mercado negro, mientras que una señorita sale en los papeles subastando su virginidad por tres millones de dólares para pagarse los estudios. Por el riñón de un niño de ocho años se pagan diez dólares; suelen ser ellos mismos, desesperados, quienes negocian el precio, barato, barato. Amnistía Internacional lleva tiempo denunciándolo. En China ha prosperado el turismo del trasplante –dicen que de gran parte de los condenados a pena de muerte se extraen órganos destinados a extranjeros–. En Italia, el ministro del Interior reconoce que hay “evidencias” de la desaparición de niños inmigrantes buitreados por las mafias del tráfico de órganos. Y en Brasil o Moscú. Siempre por razones secundarias, la dignidad acaba teniendo precio.
Fuente: La Vanguardia |
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