“Crimen y Castigo”: Dostoievski en ácido
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas   
Sábado, 26 de Julio de 2014 01:07

altEl teatro, el bueno, es así: te utiliza a ti, espectador, como un laboratorio de emociones. Vas de la carcajada a la perplejidad en una tensión tan alucinada, que el propio Román (Raskólnikov) te invita a respirar profundo,

cerrar tus ojos y transportarte a un sitio idílico nada parecido a lo que estás viviendo en pantalla, disculpa, en las tablas.

Eso es “Crimen y Castigo”, una obra multiformato (teatro, cine, musical) y multiemocional (del dramedy a la obra de ideas) que te reta a seguirle la pista (pistas) a cada segundo.

@Danizaguirre me comentó, al salir de la obra, “intensa, sin ser pretenciosa” y esa frase quizá resume la densidad del pensamiento del joven director Juan Souki ( @juansouki ), que deconstruye el clásico  de la literatura rusa del siglo XIX (1866) en un collage creativo y salvaje, que le rinde tributo al amor y el afán libertario, que a ratos todos padecemos.

Dos muertes. Un hacha. LA CULPA. Historia de amor. El súper yo, serían las etiquetas que utilizaría para resumir este montaje espectacular, pirotécnico, potente, rítmico, lúdico, soez, erótico, negro, avantpop y, sobre todo, universal… Souki capturó lo más eterno en la obra de Fiódor Dostoiveski, ese núcleo que  dispara nuestras conductas más básicas, casi roedoras.

Los personajes

Prakriti Maduro ( @PrakritiMaduro ) deleita con su ambivalente Sonia, que va de joven devenida en puta para ayudar a su familia, y puta enamorada, que le tiende la alfombra de la redención (y lo escolta en sus ocho años en Siberia) al atormentado Román, encarnado en clave soberbia por Sócrates Serrano ( @SocratesSerrano ), un actor-presentador y hasta guía New Age que dialoga con su culpa con la misma desenvoltura que lo hace con nosotros, los tensos espectadores… Los puntos suspensivos, deben interpretarse como aplausos para el actor. Pero no se acaba allí el asunto, ya que el comisario Porfirio (creado por el multifacético Carlos Sánchez Torrealba / @Aksenty) es, a mí juicio, el súmmum  del humor negro tropical, una especie de inteligencia afilada que acecha  a un sospechoso que sabe “frito”, pero no por eso menos interesante. Sánchez es también el borrachito cantor que conecta al asesino con su hija, Sonia, la hermosa meretriz.

El ensamble-corifeo que acompaña la obra le da fuerza, es el énfasis que nos recuerda que hay una mente que activa la trama a cada momento, ellos son: Nereida Machado, Carlos Fabián Medina, José Alejandro Guedez, Carlos Dugarte, María Victoria Farías, Daniela Martínez, Amneris Ramírez, Suki Landaeta, María G. Gónzalez, David Colmenarez y Alan Ohep.

En video ruidoso proyectado en pantalla grande conocemos a la madre del asesino, encarnada por Miriam Parejas. Mientras que Martiza Puentes es Elizabeth (la hermana de la prestamista asesinada) y Felicia Espinoza es Elena.

El montaje

Le pregunté al crítico José Pisano (en Twitter) que fue lo que más le gustó de la obra, y replicó,

@Jose_Pisano Hola @ivanxcaracas! La puesta en escena y @SocratesSerrano. Y a ti? …

Coincido en su apreciación, pero le sumo la elegante banda sonora (no puedo llamarla de otra manera) compuesta por Xavier Losada; el vestuario (Freddy Mendoza); los motion graphics de Alejandro Armas y esa escenografía de Jian Jung, que es un objeto multifuncional donde ventanas, cuartos, bares, oficinas se suceden en una naturalidad onírica.

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Me impactó…

Me erizó la escena donde van muriendo, con disparos certeros (y sin sangre), cada uno de los anónimos personajes que habitan esa gran CULPA que es el fallido estudiante Raskólnikov. Es tal la fuerza de ese momento, reforzado luego en pantalla con lo peor y lo mejor del universo humano, que a pocas sillas de mi asiento una señora estalló en carcajadas, tal vez no supo como manejar la angustia producida por  esa secuencia deslizada, con intención, por Juan Souki. También es posible que esa dama misteriosa fuese una sociópata en estado puro y disfrutó, a plenitud, esas muertes simbólicas.

“Crimen y Castigo” escapa de la categoría de “voy a intentar ir a verla…” No, esto es teatro rarísimo en estos días de escasos presupuestos y comedias cliché (algunas decentes, pues lo cliché no es necesariamente malo) que colman, en apuestas seguras, las salas caraqueñas. Es una obra con pedigrí de primer mundo y eso que no tenemos dólares ni para comprar insulina o cereales POST.

Coordenadas y boletos, aquí  .

Más información: www.imaginarios.com y @imaginariosdV



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