CAP: vuelta a la patria
Escrito por Ricardo Gil Otayza   
Sábado, 15 de Octubre de 2011 07:56

altEn un sincretismo perfecto entre realidad y ficción, la muerte de Carlos Andrés Pérez (CAP) nos conmina hoy a replantearnos nuestros valores en aras de un reacomodo del presente. La apoteosis vista en torno al sepelio del expresidente es un signo claro y preciso de la necesidad social de afianzarnos en torno a un proyecto de nación. Estamos ávidos de amalgama, de fusión, de integración y de unión.

La ocasión de la llegada de los restos mortales de CAP y la salida a la calle de miles de personas (jóvenes y viejos, mujeres y hombres) a acompañarlos en su última morada, no puede ser más significativa a la hora de un somero análisis que nos permita avistar la crisis que sufrimos, la fe perdida, la ausencia de referentes que nos posibiliten atisbar luces en el camino a seguir.

Empero, muy a pesar de sus celebérrimos desatinos y de sus consabidos errores, las gestiones de CAP trajeron al país trabajo y desarrollo en diversos órdenes del acontecer nacional. Nadie podrá negar o ser tan mezquino como para no reconocer en él a un hombre de luces, con una inteligencia innata, forjada en los difíciles años del establecimiento de la democracia luego de casi dos lustros de tiranía, que lo llevaron a cumplir a cabalidad tareas titánicas a la hora de empujar a Venezuela hacia nuevos y grandes derroteros.

Los gobiernos de CAP jamás podrían ser catalogados de sectarios, o de discriminatorios. Para este andino la diversidad política, cultural y social de nuestro país constituía una sólida unidad de intereses y de prioridades. Sus discursos jamás podrían ser señalados de groseros, de altisonantes o de incisivos; todo lo contrario: en cada frase salida de su boca podemos atisbar el más profundo deseo de llegar a todos los estratos, del respeto por el otro, de la tolerancia nacida en la escuela de una vida política que lo arrancó muy joven de su hogar, para llevarlo a todos los rincones de una nación empobrecida, pero expectante, a la cual le entregó los mejores años de su larga y fructífera existencia.

Duélale a quien le duela fue CAP uno de los más connotados líderes de la Venezuela del siglo XX y uno de los gobernantes que mayor impulso dio para insertarla en un mundo cambiante, que exigió a todos el mayor de los esfuerzos. La Venezuela de los profesionales formados en los más importantes centros de enseñanza del mundo, la de las grandes orquestas infantiles y juveniles, la prefigurada como una nación en franca vía de desarrollo (por mencionar solo algunos aspectos), fue posible bajo la égida firme, decidida y visionaria de CAP.

Lástima que CAP fue obstinado y su soberbia le impidió ver la conspiración que se fraguaba en su contra. Desde las más conspicuas figuras de la intelectualidad (mal denominados "notables"), pasando por su propio partido Acción Democrática (que le dio la espalda de la manera más abyecta), hasta poderosos capitalistas (dueños de medios de comunicación y de grandes corporaciones), se unieron para defenestrarlo, con las graves consecuencias que todos conocemos para nuestra democracia.

Cómo me place ver a muchos de ellos (unos ya murieron) sufriendo las graves consecuencias de sus desatinos y cuadres de medianoche. Lo pérfido es que su estupidez y ceguera política la estamos pagando todos los venezolanos: pobres y ricos, chavistas y opositores, de derecha o de izquierdas. Creyeron que destruyendo a CAP tendrían más poder político y económico, pero como se dice en los Andes: les salió el tiro por la culata.

Y aunque el expresidente volvió a la patria con los pies hacia adelante y no se le rindieron los honores que merecía, su nombre recobra los ímpetus de ayer y su legado personal y político se yergue en medio de la incertidumbre, para servir de guía a las grandes mayorías que exclaman a voz en grito: ¡con Carlos Andrés Pérez Venezuela era mejor!

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