Estigmas y adicciones
Escrito por Silvio Orta Cabrera   
Martes, 23 de Agosto de 2011 02:12

altEn la madrugada del domingo 14, de vuelta de su segunda sesión de quimioterapia en La Habana, el presidente Chávez dijo de "los escuálidos conspiradores (...) que "andan tan locos que tienen una fijación con nosotros los militares" y enfatizó que "Son como un perro con rabia, preparados para morder, o un drogadicto con (sic) abstinencia. Yo los veo y me río".

Se generaron, en consecuencia, comentarios críticos de orden político, jurídico, militar, intensificados por su exhortación a que la AN abriera investigación a la MUD.

Pero un aspecto vital quedó intocado. Lo plantearé así: Alguien, con una fijación con el bloque oficialista de la AN, pudiera calificar como "perros rabiosos" ­y yo no lo repetiría, pero lo pondré como ejemplo para que se me comprenda­ a los veteranos conspiradores existentes en su seno. En su fijación pudiera denominar "Chupacaña" o "Chimeneíta" a algún ex drogadicto al alcohol o la coca, o también "drogadictos con síndrome de abstinencia" a varios a juicio suyo todavía consumidores.

Reitero que no diría ni repetiría esas palabras. Y en el supuesto imposible de que fuera Presidente, mucho más evitaría agraviar a ningún compatriota. Primero, porque a todos debería tratar con respeto, leal al juramento de atenerme al espíritu y letra de toda Constitución democrática. Segundo, porque de quien desempeñe un tan alto cargo cabe suponer que conoce cuando menos las aparentes elementalidades que costaron intensas investigaciones y debates y hoy son clave de una visión humanista y esperanzada de las adicciones.

Sabría, por tanto, que al colocar adictos junto a perros rabiosos me revelaría tan ignorante y estigmatizador como quienes juzgan sinvergüenzas, delincuentes o viciosos a aquellos seres que el conocimiento más actual define como pacientes de la enfermedad adictiva.

Por ellos, por su reeducación o rehabilitación y reinserción social millares de hombres y mujeres venezolanos se entregan a un férreo hacer preventivo y terapéutico, luchando contra un mal duro de vencer, sostenido por mafias criminales muy poderosas.

Pero esos auténticos héroes sin armas, no ceden en su hacer, casi siempre con escasísimos recursos, pues el gobierno prefiere dilapidar o gastar en armas y lujos. Los he visto trabajar con sus uñas, afirmándose en su tenacidad, fortaleza y honestidad, valores que han de transmitir a los pacientes empeñados en librarse de las cadenas de la adicción en un esfuerzo constante para evitar recaídas. Su enfermedad es crónica. Ellos lo saben y en su mayoría, en tratamiento, la sobrellevan calladamente, sin pantallar.

Merecen respeto, señor Presidente. Respeto permanente, comprendido con inteligencia y sentido con amor. Es la clave que distingue hoy día a los mejores hombres y mujeres frente a las adicciones y otras enfermedades estigmatizadas.


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