El diputado Rómulo Gallegos
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 26 de Noviembre de 2025 00:00

altA Rómulo Gallegos, llamado en justicia “El Maestro”, lo recordamos por sus novelas fundamentales, también por su breve Presidencia de la República,

trascendente por ser el primer mandato para la jefatura del estado originado directamente en el voto popular, universal y secreto, un hito de tal magnitud que ninguna constitución posterior se ha atrevido a cambiar. Pocos saben que fue parlamentario.

Recientemente se dedicó a “Rómulo Gallegos y su relación con el Derecho” la más reciente Jornada “Aníbal Dominici”, organizada por la A.C. Juan Manuel Cajigal, liderada por el distinguido jurista anzoatiguense José Getulio Salaverría Lander. Un lujo de evento con ponencias que compitieron en calidad de los profesores Ayala Corao, Camero, Pérez Perdomo, Biord, Escovar León, Carballo Mena, Urdaneta, González de Kancev, Perrone, León Hernández y Casal, quien expuso acerca del Gallegos “en la antesala del parlamento de la democracia”. Comprenderá el lector que, de tanto material jugoso, me concentre en este último por vocación personal e interés académico.

Gallegos no quiso una senaduría por Apure, regalada por un Gómez encantado con Doña Bárbara. Prefirió el destierro y desde Nueva York, renunció. Pero con la apertura protagonizada por López Contreras, otro gran venezolano, regresó al país y se atrevió a participar en la política. Ministro de Instrucción Pública, concejal y diputado por Caracas, en la renovación parcial de la Cámara originada antes de diciembre de 1935.

Con todas sus reservas, Gonzalo Barrios, actor del “trienio adeco” y prologuista de Rómulo Gallegos Parlamentario advierte que “Debemos cuidarnos de reservas excesivas frente a aquellos Congresos” a los que reconoce “alguna relativa representatividad”. En cuyo seno la mayoría oficialista “comprendía igualmente algunos compatriotas distinguidos, sinceramente adscritos a lo que consideraban ‘el orden’ (…) pero que gozaban personalmente de merecida buena reputación”. La edición de 1981 es de Centauro patrocinada por el Congreso presidido por Godofredo González. Muestra útil para quien busque comprender.

En tres años de vida parlamentaria, Gallegos, patriota sin desplante, deja el testimonio de su convicción democrática firme, serena, de su integridad personal. Intervino sobre educación, su prioridad absoluta, también sobre asuntos constitucionales, administrativos y una impresionante variedad de materias: política exterior, riego, régimen penitenciario, ecología, corrupción, protección a los menores, arrendamientos urbanos, agricultura y cría, elecciones, obras públicas, presupuesto, libertad de prensa, salud, administración de justicia.

En 1937 afirma no haber venido “en oposición sistemática”. Se define como “…un hombre con una ideología, claro está, pero sobre todo un hombre que procura el bien de su país…”. Con respeto por todos y en su inseparable vocación de maestro, continua:

Hay dos formas de violencia que hacen imposible el vivir. La violencia contra el cuerpo: necesidades insatisfechas, prisiones, destierros, torturas, vejámenes; y la violencia contra el espíritu: impedir la libre manifestación de la personalidad, y crear esa atmósfera de inseguridad y amenaza, que, planteando el dramático conflicto entre la dignidad y la conveniencia, induce al relajamiento de las virtudes cívicas y lleva a la desmoralización y envilecimiento de los espíritus.   

Por haber sido Presidente Constitucional, la constitución de 1961 lo traería de nuevo al Congreso como senador vitalicio, esta vez junto a Eleazar López Contreras. Otra lección de nuestra propia historia.  

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