Es cierto que el gobierno da muestras de debilidad y de nerviosismo con la cuestión de los pinchazos telefónicos. Es una respuesta frontal y desesperada a los últimos anuncios unitarios de la Mesa de la Unidad Democrática, que por cierto, van más allá del anuncio de una tarjeta unitaria.

Pero es también una muestra de los extremos a los que algunos -¿cuántos?, ¿todos?- de los que gozan de las mieles del poder están dispuestos a llegar.

Me voy a permitir recordar el contenido del artículo 48 de la Constitución, ésa que durante tanto tiempo fue definida por el ahora enfermo Presidente de la República como "la mejor Constitución del mundo".

"Se garantiza el secreto e inviolabilidad de las comunicaciones privadas en todas sus formas. No podrán ser interferidas sino por orden de un tribunal competente, con el cumplimiento de las disposiciones legales y preservándose el secreto de lo privado que no guarde relación con el correspondiente proceso".

Es más que obvio que este artículo constitucional no está vigente para unos cuantos ciudadanos que estos días han visto cómo en el canal del Estado -ése que debiera ser "de todos los venezolanos", como reza su eslogan- han difundido repetidas veces, incluso con sesudos comentarios, en vivo y en directo, de diputados que se dicen abogados constitucionalistas y profesores de derecho y que expresan ser capaces de darlo todo por esa Constitución con la que ellos mismos pasan coleto todos los días. ¿Cuántas serán las grabaciones que no se difunden? ¿Cuántos los ciudadanos a los que se les está violando su derecho a la privacidad?

Tratan con esto de sembrar miedo en los ciudadanos. "Graban las llamadas", "escuchan lo que digo", "transmiten por TV y cuelgan en las redes sociales mi voz". Provocan exagerada cautela que puede derivar en inmovilismo en otros: "mosca con lo que dices", "no hablen de más por teléfono" "te van a sacar en TV". Es decir, el poder aplica una política de terrorismo de Estado.

El Gobierno está usando mecanismos non santos para tratar de frenar un posible avance y una posible victoria de las fuerzas que lo adversan. Para ellos no hay diferencia entre seguridad de Estado y permanencia en el poder. Para ellos todo es válido como lo ha sido en otras épocas y en otras latitudes.

Pero la historia, implacable ella, siempre ha demostrado que se impone sobre los pinchazos, el terror y las violaciones.