El dilema del avestruz
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Domingo, 24 de Agosto de 2025 04:06

altMucho se ha hablado sobre las conveniencias que mueven al politiquero de oficio a vanagloriarse de su experiencia como recurso discursivo de lo cual busca valerse para escalar un peldaño más dentro del aparato de gobierno.

Estos encajes son aprovechados por los conciliábulos políticos con el malicioso propósito de beneficiarse de cara a los problemas que son parte de la agenda que provoca maniqueas decisiones. 

Para lograr el objetivo político trazado, indistintamente del efecto que cualquiera de las medidas tomadas pueda tener, es importante cuidarse de las complicaciones que pueden “dañarle la fiesta” a politiqueros de oficio en su camino hacia tan zonza empresa.

 

Brecha entre el hombre político y el avestruz

Actitudes así, buscan arrugar expectativas que pueda esbozar quien, sospechosamente, se atreva a adularle o magnificarle alguna recia propuesta en construcción. Sin importarle su cercanía o lejanía política con el referido individuo. Justamente, ahí comienza a patentizarse la analogía entre el avestruz y el personaje de marras. 

Pero el parecido no procede de la condición animal del avestruz, ni tampoco del egoísmo propio del politiquero. La afinidad se basa en que tanto el avestruz como el politiquero, se comportan testarudamente pues, aunque el derrotero pueda estar dislocado o enrarecido por la incidencia de perturbaciones de cualquier tenor alrededor del mismo, no hay huelgo suficiente que induzca en alguno de ellos la posibilidad de abandonar la tarea. Menos cuando se trata de embuchar el bolsillo.

Es lo que a menudo ocurre en tiempos de crisis aguda, toda vez que quienes se ufanan de manejar las riendas de la política nacional desde las alturas del poder, se empeñan en llevar adelante el desarreglo del Estado desde la concepción política en ejercicio. Solamente, por el afán de reacomodar ciertas condiciones que parecieran no favorecerles en cuanto a tiempo y espacio. Es decir, en cuanto al temor de verse aprisionados en términos de la continuidad del tiempo de gobierno, y del espacio que determina su movilidad. Entendida ésta, falsamente, como “libertad”. 

 

En conclusión 

Esos politiqueros, para seguir disfrutando de las glorias y del “legado de sus predecesores”, tienen que inventar cuanta trinchera pueda servirle de excusa para evitar que sobre sus cabezas y espaldas continúe cayendo el peso de cualquier despropósito “externo”. De esa manera, pudieran creer que su vida, como la del avestruz, pasaría sin advertencia ante la desgracia que sobre ellos está acechándose luego que la natural política provoque la tempestad que, sin duda, se espera en tiempos de prevaricación política, social y económica. Y desde luego, ética y moral.

Al igual que el avestruz, esos politiqueros, se vuelven rehenes de sus mismos enconos. No advierten que comienzan a quedarse sin el respaldo que tuvieron cuando el engaño les sirvió de pretexto para impulsar el populismo que implantan. Tan cierto es todo eso, que una sombra de duda importante comienza a transgredir promesas realizadas. Al extremo, que la percepción que se sembró en la población en torno a problemas engendrados con cada decisión elaborada y cursada, deviene en decepción, rechazo y alejamiento de la población. 

Ahora, sobre la arruinada popularidad ganada, corre la creencia del mito endilgado al avestruz toda vez que éste esconde la cabeza ante el miedo. Aunque tal acusación, en el avestruz, es falsa de toda falsedad. Pero en politiqueros de oficio o circunstancial, es cierta de toda certeza. Ellos sí esconden la cabeza bajo la tierra para no ver las crudas realidades que a su alrededor emergen. En todo caso, esta comparación, aunque muy contrastante, revela el carácter pusilánime de actuaciones promovidas “al voleo”. 

Es por tan explícita razón que la sociología política ha manejado el anterior parangón para evidenciar la estupidez del politiquero de oficio o de oportunidad frente a la natural inteligencia del avestruz. De ahí que esta disertación se ha intitulado el dilema del avestruz.

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