La responsabilidad de Evo, el insensato
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 21 de Agosto de 2025 00:00

altLos resultados de la primera vuelta de la elección presidencial en Bolivia, marcan el final de la hegemonía del confuso proyecto populista

encabezado por Evo Morales, primero, y Luis Arce, su antiguo delfín, después; y el inicio de un nuevo ciclo político en ese país andino.

El triunfo categórico de Rodrigo Paz Pereda, de centro democrático, y Jorge Tuto Quiroga, liberal; y la ubicación en el tercer puesto de otro líder del centro democrático, Samuel Doria Medina, así como la relegación a un remoto cuarto lugar de Andrónico Rodríguez, representante del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que había gobernado durante dos década continuas, evidencian el hartazgo de los bolivianos frente a la ineficiencia y pugnacidad durante los años recientes de los dirigentes socialistas, incapaces de lograr acuerdos mínimos que permitieran resolver los graves problemas económicos y sociales surgidos después de que los precios del gas, principal commodity de esa nación, comenzaran a desplomarse de forma indetenible.

Evo Morales ha intentado minimizar la dimensión de su fracaso diciendo que Andrónico Rodríguez no lo representaba a él ni al verdadero MAS, cuyas siglas le fueron arrebatas a Morales y concedidas al grupo de Luis Arce, por una decisión del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Recordó que su línea había sido llamar a la abstención y que esta había quedado en tercer lugar. Pobre argumentación. La verdad, lo que realmente cuenta para formar el nuevo gobierno, es el caudal de votos obtenido por los aspirantes que obtuvieron las dos mayores votaciones. Lo demás carece de significado. Contra la intransigencia y tozudez de Evo Morales, quien había gobernado entre 2006 y 2019, se produjo una revuelta ciudadana pacífica. La gente le dijo en las urnas, ¡Basta!: Usted no puede volver a aspirar a ser presidente. Usted intentó dar un golpe de Estado, desconociendo la voluntad popular en 2016, cuando, en un referendo popular, los ciudadanos se opusieron a la reelección indefinida.

Desde que perdió esa consulta popular, Evo se dedicó a tratar de imponer su voluntad. Se comportó como el cacique de una tribu que desconoce las reglas de la comunidad, en este caso, el Estado de derecho. Afortunadamente, el sistema institucional boliviano, superando su tradicional debilidad frente a los caudillos, se mantuvo firme ante este ‘hombre fuerte’. Para la elección del pasado domingo 17 de agosto, no cedió ante las movilizaciones ilegales, los bloqueos de vías y la violencia generalizada que fomentaba. El sistema democrático contuvo la arremetida.

La consulta comicial logró realizarse en un clima de tranquilidad, a pesar de las acciones previas de Morales y de la decisión de atrincherarse en el Trópico de Cochabamba, donde se encuentra protegido por un grupo de sus seguidores. Este comportamiento insensato e irresponsable tendrá consecuencias en el futuro. Evo Morales pudo haber pasado a la historia como el primer gobernante enraizado con los pueblos originarios. Representante de las etnias indígenas bolivianas, excluidas durante siglos por gobiernos que   las marginaron. Sin embargo, optó por convertirse en un gamonal, sin ningún otro interés que el de eternizarse en el poder, desconociendo la institucionalidad del país y, sobre todo, la soberanía popular.

A pesar de su actual debilidad y desprestigio, Evo Morales será un factor importante para la estabilidad del Gobierno de Rodrigo Paz o de Jorge Quiroga. Ese Gobierno se constituirá bajo el signo de la profunda crisis que afecta a Bolivia. Necesitará que todos los sectores importantes del país, entre ellos los sindicatos y organizaciones sociales que agrupan a los productores agrícolas y grupos indígenas en los cuales Evo tiene influencias, se unifiquen en torno de metas comunes.

La inflación acelerada, la severa escasez de divisas por la drástica disminución de las reservas internacionales, y la falta de gasolina, diésel y gasoil, entre otros graves problemas nacionales, dibujan un panorama turbulento para los próximos años. Este nudo, difícil de desatar, obliga a convocar a todos los sectores nacionales a que depongan actitudes sectarias y se sumen a un proyecto de reconstrucción nacional alrededor de nuevos ejes. El gas ya no podrá ser el centro de gravedad de la economía. La vocación exportadora del país habrá que desplegarla a partir de otros productos. Lo más seguro es que Bolivia necesite del apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero, ya sabemos cómo la izquierda rancia se ha encargado de demonizar los acuerdos con ese organismo, concebido después de la Segunda Guerra Mundial para auxiliar las economías sumergidas en severos aprietos.  Los acuerdos con el FMI casi siempre implican neutralizar las resistencias de los socialistas o, en el mejor de los casos, lograr su respaldo, aunque sea tibio.

Cuando se forme el nuevo Gobierno, y comience la reconstrucción de Bolivia, el díscolo Evo Morales tendrá la oportunidad de reivindicarse frente a los amplios sectores populares que una vez lo vieron como un líder cercano y entrañable. Deberá mostrarse como un estadista y no como un agitador. Podra lavar la imagen de insensato que lo define actualmente.


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