Desconocemos nuestra historia
Escrito por Rodolfo Izaguirre   
Domingo, 27 de Julio de 2025 12:39

altEzequiel Zamora era honesto comerciante de pocas letras pero llegó a ser General cuando no existía en el país venezolano ninguna Academia Militar

y mucho menos un ejército organizado y uniformado. Inventábamos nuestros ascensos y condecoraciones según el valor o la temeridad que mostrábamos en las guerras y escaramuzas caudillescas que provocábamos contra nosotros mismos y las resolvíamos sin ayuda ajena porque en ningún momento de nuestra afligida Historia nos hemos enfrentado a ningún enemigo de afuera salvo, desde luego, durante la cruenta guerra de Independencia, sanguinaria y brutal en la que Bolívar era tan implacable como Monteverde, Boves, Zuazola o Morillo.

Zamora se distinguió durante la Guerra  Federal como inteligente conductor de tropa y fue considerado como valiente ciudadano, pero un balazo en la cabeza acabó con él en San Carlos. La Historia no evitó que se desvanecieran en el áspero calor de San Carlos las secretas y misteriosas circunstancias de su muerte.

En la plaza de Cúa se encuentra la estatua de Zamora porque era natural de Cúa y una tarde estuve allí haciéndome pasar por turista curioso y pregunté a unos liceístas que merodeaban cerca quién era el prócer de la estatua y dijeron que no sabían. Aquellos muchachos nacieron todos en Cúa, llamada "La perla del Tuy", jugaban en la plaza al lado de la memoria del único héroe de aquel pueblo mirandino pero lo ignoraban, es decir, se ignoraban no solo a sí mismos sino a la propia Historia del país venezolano.

Consternado, me dije: el día que un chico del estado Monagas sepa quiénes fueron los hermanos Monagas que dan nombre al lugar donde ese chico nació, vive y estudia o el día que un joven del estado Anzoátegui sepa quién fue y qué hizo el general José Antonio Anzoátegui, jefe de la Guardia de Honor del Libertador, ese día el país venezolano comenzará a ser. La mayoría de los venezolanos conocen anecdóticamente a Bolívar y de seguro a Sucre porque lo mataron en un paso  de montaña; a Miranda, pero de lejos, por lo de ¡bochinche!, ¡bochinche! A Andrés Bello ¡ni de lejos! y posiblemente al general Páez, ¡pero hasta allí! Poco saben de La Cosiata ni de lo que nos ocurrió después. Es más, estoy por creer que el soldadito que se la pasa bostezando en el cuartel tampoco lo sabe y no me sorprendería que el teniente o el coronel o mi vecino sean tan ignorantes como los muchachos de la Perla del Tuy.

La esquina de La Cruz en la Candelaria es conocida no solo porque ella muestra desde hace largos años una cruz adosada en una esquina sino porque se enfrenta a dos plazas: la Urdaneta al norte y la Candelaria, al sur y en la iglesia está enterrado nada menos que José Gregorio Hernández. Un día le pregunté a una chica parada frente a una zapatería: ¿Usted trabaja aquí? Sí, me dijo, Tengo diecisiete años trabajando a en esta zapatería. Y se me ocurrió preguntarle cómo se llamaba la esquina. Me miró, vio la plaza, movió la cabeza  y contestó: ¡No, no sé cómo se llama!

Resultaba algo insólito, pero muy venezolano. Unos adolescentes no tienen la menor idea de quiénes son los forjadores de su Historia y una muchacha ignora el nombre de la esquina que la ha visto llegar todos los días durante 17 años. Sin embargo, no es cosa de asombro. En democracia. un grupo de maestros llamó la atención del país porque revelaron su incapacidad para comentar un "Pizarrón", el conocido artículo de prensa que escribía Uslar Pietri y hay mucha gente que no sabe a qué estado pertenece el barrio donde sobrevive. Leonardo Azparren conoció a unos jóvenes que ignoraban el nombre de José Ignacio Cabrujas, que murió no en el siglo XVIII sino hace apenas 30 años; y recientemente escuché decir, en son de amarga burla e ironía, que los chinos y los americanos, cada uno por su lado, avanzan a paso de león en la perfección de la Inteligencia Artificial, mientras los colombianos y nosotros seguimos discutiendo sobre quién inventó la arepa.

En la hora actual bolivariana no hay maestros porque muchos han abandonado el país en la diáspora feroz y dolorosa que tanto nos lesiona y otros han desertado a causa de los salarios de hambre para convertirse en mototaxistas. Aducen que no ganan mucho, pero creen haber conquistado la libertad por no tener que depender de nadie sin percatarse que se trata de una vaga ilusión porque siguen prisioneros de sí mismos.

Carecemos de Historia porque nos están despojando de la nuestra. Las "Revoluciones" construyen la suya a su antojo excluyéndonos de la nuestra. Vivimos mal Pío Miranda, hizo decir José Ignacio Cabrujas a Elvira Ancízar en El día que me quieras. Vivimos mal con los helechos y los canarios y el Ecce Homo detrás de la puerta. Hay hambre en los barrios, tortura y desaliento, incertidumbre, una interminable marejada de corrupción de toda naturaleza y niños y adolescentes que al pie de las estatuas de quienes fueron héroes de sus propias circunstancias ignoran de dónde vienen y hacia dónde van... ¡y llegan a la universidad sin saber leer!

Hay quienes vamos más allá y consideran que en el país venezolano, sencillamente, no existen los niveles de educación primaria y secundaria porque físicamente están desapareciendo los colegios públicos por escasez de maestros y los privados se ven obligados a cerrar porque el alumnado no puede cubrir el pago de una matrícula cada vez más onerosa e inalcanzable. A su vez, universidades como la de Oriente existen convertidas prácticamente en escombros de lo que ellas fueron y otras van esfumándose como aires desolados.

¡Y el país sigue desmoronándose ante la impotente perplejidad de mis ojos!

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