Del volver sin enojo a la política
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 13 de Enero de 2025 00:00

altLa vida pública está cundida de emociones y, si bien la industria del espectáculo es el principal generador y administrador de ellas,

tal circunstancia no impide la más viva manifestación en otras áreas del quehacer social.

En efecto, en las artes plásticas, el béisbol y la política, las emociones importan y mucho, pero – algo fundamental -  no constituyen un elemento existencial de las tres disciplinas, e, incluso, no las habría si – por ejemplo – el lienzo no fuese efectivamente una experiencia creadora, el equipo no produjera las carreras para ganar, o no hubiese una convincente separación de los órganos del Poder Público. Contentan o entristecen los resultados, suscitando las más disímiles reacciones una pincelada, un batazo o un discurso, pero es necesario trabajar a fondo la vocación y el talento que obligan a la también muy humana cordura, persistencia, madurez, sentido estratégico, imaginación, y todo aquello que refuerza los valores y principios que cultivamos: el surrealista actual – otro ejemplo – requiere del conocimiento exacto de la obra de sus predecesores para no imitarlos, pues, no tendría gracia alguna la copia habida cuenta de aquellos originales de alta cotización en el mercado; gustamos y celebramos los más sorprendentes jonrones, pero lograrlos requiere de algo más que la fuerza bruta, inventándole hasta una musa al bateador; un buen mitin tiene una extraordinaria fuerza motivadora, pero es el desarrollo de una acertada y eficaz campaña electoral la que traza y arroja las deseadas victorias.

En el gigantesco pajar de la mensajería digital, casualmente nos encontramos con la cuenta del psicólogo clínico Alberto Barradas, quien particularmente refiere al correcto o adecuado motivo para la escogencia y atención a un determinado dirigente político, y, aunque discrepemos con él en otras ocasiones, entendiendo la naturaleza y el alcance de la política y de la vida cívica, ahora, sin duda alguna, acierta el especialista. Ojalá nos encontremos en el camino de la recuperación y el regreso masivo a la razón y el compromiso que concierne existencialmente a la política, reivindicando y actualizando una identidad que se ha encargado de desdibujar el socialismo del siglo de un empuje populista carnavalizador en los término de Mijail Bajtín.

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La inflación de las expectativas y, lo peor, la reafirmación de promesas que se saben imposibles de incumplir, muy lejos de exponerse como una habilidad y hasta una solemne picardía digna de festejar, provoca una descomunal frustración y desencanto tratándose de una grave y decisiva coyuntura. El político de oficio, o el que tiene la suficiente humildad para asesorarse en un terreno que le es inédito, no debe (pre)fabricar una esperanza después inmediatamente traicionada, socavando nuestra fe en un destino inevitablemente compartido.

Volver a la cordura, es hacerlo con la verdad como el más extraordinario de los retos a afrontar en medio del generalizado marasmo de la centuria. Y sospechar de la irracionalidad evidentemente interesada de cuanto zoquete se jura analista político en las redes, prestándole grandes servicios al mal, obliga a realzar las banderas de la más rigurosa lógica frente a las sandeces que prosperan; huelga comentar, por mucha ilusión que suscite una determinada y circunstancial percepción, la política es un fenómeno solamente afianzado por los hechos cumplidos.


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