Aunque existen muchas formas de abusar, muchas de ellas son legales.

Las leyes permiten y amparan delitos cometidos bajo condiciones especiales. Los mismos legisladores son parte interesada y, por tanto, buscan jugar a la impudicia al amparar fechorías que disfrazan para suponer actos de legítima facturación.

Con base en tan absurdos criterios, se consolidan estados-naciones. Sobre todo, aquellos que, política y económicamente encarecidos por el despotismo, la arbitrariedad y el autoritarismo propio de regímenes inflexibles, suscriben sus líneas de gobierno a modelos políticos intransigentes.

Realidades confusas

Por muchos valores políticos y morales que exalte la Constitución de un país, no necesariamente el ejercicio de gobierno cursado la letra normativa es significado de solidaridad, tolerancia y dignificación de la persona y estamentos de poder. Generalmente, las realidades son demostrativas de condiciones bastante alejadas de la teoría que alude la ciencia política o la ciencia administrativa.

A pesar de protestas que objetan la indebida apropiación de la economía por parte de condiciones políticas retorcidas por la obstinación, incapacidad y resentimiento de sus artífices, ha venido fortaleciéndose la idea de consolidar un Estado absoluto.

O sea, un Estado en manos incompetentes pues en el propósito de centralizarlo y dominarlo todo, está la razón de un gobierno sustentado sobre fundamentos proporcionados por la incomprensión del Estado desde una perspectiva que abarque buena parte de lo que puede fungir o ser declarado de interés estratégico para la nación. Sólo que los criterios para calificar el carácter estratégico de algún elemento público-nacional, es potestad de una sola parte y que no es otra que la representativa del gobierno

Es el caso específico de cuanto sucede en medio de realidades inflexibles. Así, la situación alcanzada termina provocando la degeneración de procesos fundamentales para la vida de la correspondiente nación. Es el caso de ambiciones de gobernantes que siguen viviendo sin escrúpulo alguno.

Consecuencias de conmociones políticas

Cabe examinar la situación inducida por la incidencia de lineamientos políticos que responden a los esfuerzos o perseverancias de un poder asfixiante. Ha sido así, como el concepto de igualdad que suscribe la prescripción de leyes “sucias”, resulta tristemente un “saludo a la bandera” para no decirlo con la beligerancia que merece el hecho de repudiar tanta desvergüenza asentida en cada decisión asumida y dictaminada desde el alto poder.

El concepto de “igualdad” pareciera no comprenderse en su exacta acepción. No solamente ha sido descontextualizado en su ámbito político. Igualmente, social, cultural y económico lo cual trastocó la naturaleza de la democracia. Pero pretendida la misma, habida cuenta de ser un valor que en principio asistió la necesidad que vieron los griegos hace más de dos mil quinientos años para validar el sentido y composición de la democracia.

A modo concluyente

De manera que resulta incomprensible utilizar el término “igualdad” para rellenar frases que contrariamente, exaltan libertades y derechos humanos y que luego se tornan huecas en su aplicación y significación. Especialmente, por cuanto su interpretación es vulgar y alevosamente manipulada. El “quítate tú para ponerme yo”, tal como suena, es consecuencia de la manera demagógica como es traducido el concepto de “igualdad” cuando se impone la arbitrariedad como recurso de dominación. O cuando se actúa según el crudo aforismo de: “lo ancho para mí, lo angosto para ti”.

De ahí que sistemas políticos verticales, buscan someter a sus pueblos con el manejo perverso de situaciones coloreadas con el valor “igualdad”. O, mejor dicho, con el antivalor que configura la “desigualdad”. Sin siquiera considerar la divergencia moral y semántica que su contenido filosófico compromete en perjuicio del desarrollo social, cultural y económico. Por eso, no falta régimen autocrático donde es común advertir a la desigualdad en la praxis política.