Estamos en la ruta acertada. Es derrotar electoral y políticamente a Chávez. Éste tiene sus días contados, la mayoría del país le da como plazo máximo el 2012. Ese camino debe ser democrático, constitucional y pacífico. Hacer el esfuerzo porque la transición sea pacífica y concebir el postchavismo con la convicción de un esfuerzo titánico de unidad nacional para poder cumplir lo más pronto posible las tareas básicas entre las cuales se encuentran normalizar al país, sus instituciones; el reencuentro para poner fin a la división entre los venezolanos y enterrar el ingrediente de odio que le ha suministrado.

Los voceros del régimen abundan en razonamientos sobre que siempre ha habido esa polarización. Cierto. Existe en varios países. Chile es un caso, Francia es otro, España se mueve en esa dirección. Pero esos países tienen reglas claras de convivencia; los que están en el Gobierno no descalifican a la parte contraria como apátrida, y demás sandeces que generan violencia y tratan de profundizar la división. Se ha dicho que un país escindido en dos pedazos antagónicos y donde una minoría trata de imponerle a una mayoría un cambio de modo de vida en contra de la Constitución, es un país que está al borde de la violencia e incapacitado para progresar.

Los objetivos lucen cada día más claros: recuperar el aparato productivo destruido por prácticas estatizadoras sin plan ni concierto; cumplir con la Constitución y en consecuencia rescatar las instituciones. Establecer un verdadero Estado de Derecho, donde los ciudadanos sepan a qué atenerse. Elevar el carácter ético de la administración, carcomida por una corrupción en ascenso. Atender a los problemas de la sociedad y favorecer en el ejercicio del poder a los más necesitados. Aplicar una política de inserción sin excluir. En fin, hacer que la sociedad venezolana funcione democráticamente, dirima civilizadamente sus diferencias, supere el salvajismo en la práctica diaria y para siempre cerrando el ciclo de caudillos militares que reforman la Constitución cuantas veces les viene en gana para perpetuarse en el poder.

Llegó la hora de cambiar. A Chávez se le agotó su tiempo. Tuvo en sus manos, durante once años, todo el poder, todos los recursos económicos, y fracasó.

El 26 de septiembre existen condiciones para ganar la mayoría, para defender los resultados, para hacer frente a los imprevistos. Todo ello es posible mediante la unidad más amplia, sin sectarismos. Es el momento para organizar la victoria y ver más allá del 2010.