La revolución: un castillo de naipes
Escrito por Freddy Lepage ((ex diputado))   
Viernes, 29 de Enero de 2010 07:24

altLos últimos acontecimientos políticos y económicos del país, tienen una doble lectura: por una parte demuestran palmariamente el fracaso de Chávez como gobernante y, por la otra, la inviabilidad de un régimen que, en pleno siglo XXI, pretende imponer, a trocha y mocha, fórmulas comunistas que fracasaron estruendosamente en el pasado. La experiencia de la vieja Unión Soviética y de los países de la orbita comunista en general dejó una estela de pobreza y miseria en nombre de una supuesta liberación de los oprimidos por el capitalismo. Nada más lejos de la verdad. Por el peso de los hechos fueron cayendo cual barajitas, una a una, todas las siniestras dictaduras totalitarias que, en un momento, actuaron a la sombra protectora del imperialismo ruso, bajo el amparo de los tanques de guerra del Kremlin. 

Ahora bien, luego de esa fracasada y dolorosa experiencia, Chávez pretende cabalgar sobre esos esperpentos fantasmagóricos para gobernar a Venezuela, hasta que Dios disponga de su vida. Claro, no es fácil (ni lo será) para el teniente coronel devenido en Presidente de la República. Después de 11 años de imposiciones, atropellos y trapisondas contra la democracia, venezolana, surgen vigorosos movimientos contestatarios impulsados desde sectores estudiantiles e importantes actores colectivos de la sociedad democrática. 

La irresponsabilidad en el manejo de los problemas de electricidad y racionamiento de agua, la delincuencia desatada con el moño suelto, el cierre de medios de comunicación (como RCTV) y el disparatado manejo de la economía (a contrapelo del más elemental sentido común), con sus secuelas del alto costo de la vida y la escasez de productos básicos, son meridianas señales de que este gobierno, por más piruetas que haga, ha resultado una vulgar y estrafalaria estafa, perpetrada por la más deleznable herencia del militarismo montonero decimonónico. Todo ello nos hace presumir que, en este momento, la revolución es un castillo de naipes. Pasará a la historia como un proyecto inconcluso lleno de contradicciones y de aprovechadores sin escrúpulos que sólo buscan medrar a la sombra del árbol de las tres raíces: yo, yo y yo... Chávez ya no tiene nada nuevo que decir. Sus palabras suenan a hojas secas, marchitadas por el sol inclemente de un largo y seco verano. Sus fieles, leales e ingenuos seguidores (la mayoría) integrantes del pueblo llano no se sienten interpretados por quien traicionó prematuramente sus esperanzas de una vida mejor, de un futuro cierto de paz y prosperidad. 

Lo sensato sería que el teniente coronel (sin nadie quien le escriba) renunciara voluntariamente para no seguir haciéndole daño al país. Lo prudente sería que salieran del Gobierno la sarta de aprovechadores corruptos que señalara Roy Chaderton, quien, de acuerdo con su larga experiencia, ya avizora el desgaste de una revolución de pacotilla que nunca llegará a ser una referencia histórica para América Latina y, mucho menos, para el mundo. 

El proyecto político-mesiánico del trasnochado socialismo de Chávez, no es más que una coartada cuartelaria, disfrazada de estatismo chambón. Está destinado al fracaso. 

Cuando una baraja se desliza, los castillos de naipes se vienen abajo sin remedio. La historia está repleta de semejantes ilusiones sustentadas por cartas marcadas que no resisten un soplido en contra. Ya las cartas están echadas en el juego de la política. Hagan sus apuestas. Esta mano va por la democracia...

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