El problema principal no es la inseguridad, o el corte de luz y agua, o la escasez de alimentos y medicinas. Es la satrapía que divide, desgobierna y destruye. El segundo cierre de RCTV debería de contribuir a colocar el foco en el centro y no en la periferia. En la raíz y no en el ramaje. Porque la razón primordial del agravamiento de los males históricos y de la aparición de innumerables males emergentes, es la existencia y permanencia del despotismo habilidoso (para lo destructivo) e incapaz (para lo afirmativo) que encarna y lidera el señor Chávez.

Los padecimientos que el país soporta, a veces con estoicismo y rebeldía y otras con resignación, no se van a superar y ni siquiera se aliviarán en la medida que la satrapía roja continúe apoderada de todas las funciones del Estado nacional, y prosiga en su afán de dominar las más variadas esferas de la vida nacional y cotidiana.

Y el hecho de que todavía una porción significativa, aunque ya minoritaria, de venezolanos no identifique la relación causa-efecto entre el régimen de Chávez y la aporreada realidad, obliga a concentrar la lucha para que la generalidad adquiera plena conciencia de la situación.

De allí que la llamada "revolución bolivarista" disponga sus baterías de propaganda en la dirección de eximir a Chávez de responsabilidad por lo malo que abunda, y en cambio a repartir las culpas entre "causantes" climáticos, imperialistas, oligárquicos, prehistóricos y hasta esotéricos. Es el buscado efecto teflón, para que la grasa de lo negativo no se le adhiera a la fabricada imagen de líder redentor.

El esfuerzo, por tanto, debe ser reforzar la conexión permanente entre los problemas concretos y el problema principal. Léase, por ejemplo, entre el racionamiento de luz eléctrica y agua potable, y no tanto las "deficiencias" del gobierno como la incapacidad probada e irremediable del señor Chávez. Hay que terminar de romper las barreras de contención que aún lo separen de la vindicta. No se le puede seguir concediendo el beneficio de la duda o de la rectificación.

El rumbo de la satrapía siempre será para peor. En lo político, por la patología de mando y control, además aderezada con los insumos ideológicos del comunismo ramplón. En lo económico, por la represión y la recesión, a pesar de los elevados precios del petróleo. Y en lo social, por la multiplicación de los conflictos y la anarquía delictiva que se propaga a sus anchas. Nada de eso tendrá marcha atrás con el oficialismo imperante.

La esperanza en una Venezuela distinta, fundada en la cultura democrática y orientada hacia el futuro, no pasa por el mero enfrentamiento específico de los problemas puntuales que agobian el día a día de la población, sino por la superación del problema central, la madre de todos los problemas, el problema número uno: la satrapía continuista y personalizada.

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