Los venezolanos ya entendemos qué es el socialismo del siglo XXI. Desde que Hugo Chávez empezó a quitarse la careta democrática hasta afirmar categóricamente cuál era su proyecto político y definirse como marxista, mucho tiempo ha transcurrido. Los venezolanos hemos tenido variadas percepciones, ideas, conceptos, sobre lo que sus propuestas significaban. Al comienzo, para muchos, fue una gran esperanza que pondría orden y justicia en una sociedad que experimentaba un liderazgo decadente. Más tarde, los inmensos recursos petroleros serían aprovechados para practicar un populismo sin medida que muchos verían como una reedición de las prácticas clientelares del pasado con nuevos beneficiarios.

Hoy, aun cuando las bases teóricas del proyecto siguen siendo confusas y contradictorias, sufrimos sus efectos prácticos. Hemos constado cómo vivimos en un país dividido entre quienes aplauden al caudillo por variadas razones y quienes son excluidos, maltratados, ignorados o encarcelados por oponerse al régimen. Un país donde los odios y rencores se estimulan y exacerban, donde el diálogo y el consenso desaparecen y se sustituyen por órdenes e imposiciones.

Hoy constatamos que el socialismo chavista es retórica e ilusión transformada en abuso e irrespeto permanente, mentira constante, militarismo entreguista, pérdida de libertades. Es delincuencia e inseguridad, miseria, escasez, falta de vivienda, de seguridad social, racionamiento, inflación, devaluación y control estatal de nuestra vida personal. El caudillo nunca es responsable. El imperialismo, el capitalismo, la oligarquía, los escuálidos o el pasado, Bush y Obama, Uribe o El Niño son los culpables de los males de la república.

En Venezuela, el socialismo real avanza, pero también nuestra inconformidad. El control estatal de la sociedad crece, pero también nuestra resistencia. El miedo se expande, pero no logra vencernos. Muchos se acomodan, pero nuestra protesta se reinicia. Frente a la sumisión de unos, la dignidad de otros se convierte en patriótico ejemplo.
Soplan vientos de cambio. Ya recorren América Latina. Ya entendemos el socialismo. Ahora debemos derrotarlo. Es tiempo de terminar con tanta irresponsabilidad. Es tiempo de asumir plenamente la nuestra. Con paciencia. Sin precipitarnos.