El drama de vivir en Venezuela
Escrito por Alexander Cambero | X: @alexandercamber   
Sábado, 23 de Enero de 2010 20:04

altUn aventurero británico irrumpe en el marketing televisivo. Beer Grylls conmueve la pequeña pantalla, con sus impresionantes peripecias alrededor del mundo. Lo hemos visto sortear peligros en las montañas Cairgorm en Escocia; alimentarse de ratas en el desierto de Moab y hasta probar de su propia orina. Es decir, todo un cúmulo de enormes dificultades que ponen a prueba la condición humana.
Si Beer Grylls fuera un perseguido político, sentiría como acorrala un sistema judicial putrefacto. Enemigo del estado de derecho, la legítima defensa y el debido proceso. Un ruleteo de formas en donde acampan la corrupción y la vulgar manipulación del régimen; nuestra justicia es tan venenosa como las serpientes que casi acaban con la vida del protagonista británico en las ásperas ondulaciones del Kalajari. Si hablamos de la inseguridad, estaríamos corriendo un riesgo monumental. Salir por las calles de Caracas, Valencia o Barquisimeto; es como colocarse en el mismo río en donde merodean los cocodrilos. Morir entre los dientes de uno de estos gigantescos animales que infectan las aguas dulces de Australia, tiene el mismo mensaje aniquilador de un delincuente que asalta y mata en un autobús.
Las dificultades de Beer Grylls en las estepas de Siberia son como caminar por la avenida Lecuna a las 11 p.m. de un sábado cualquiera. En donde la droga, la prostitución y los vicios, hacen perfecta combinación con agentes del orden público convertidos en traficantes de la miseria humana.
Observamos con estupor como nuestro sistema democrático sucumbe en manos de una camarilla ignorante y corrompida. Estos Ángeles del paraíso comunista se han engullido más de novecientos mil millones de dólares. Viven como monarcas de fábula del medio oriente, con inmensas propiedades en el exterior. Sus cuentas bancarias representan un insulto a los millones de venezolanos que hoy padecen hambre, aquellos que duermen entre periódicos viejos en cualquier rincón de la petrolera Venezuela.
Millones de dólares que sirvieron para viajar y regalar y no para construir viviendas dignas y escuelas para los niños. Los créditos agrícolas sólo fueron recibidos por los incondicionales del régimen. Eso sí, la familia real barinesa obtuvo como por arte de magia las mejores tierras del estado de origen del presidente. De humildes vegueros pasaron a ser los amos del hato. Sin que existiera mayor rubor, ahora ejercen el dominio de la tierra tal como gobiernan desde Miraflores. Es decir, para una elite que en mala hora llegó a los puestos de vanguardia. Su venganza contra todo lo que sea realidad democrática la vivimos todos los días.
Quizás los productores de Discovery Channel, estén pensando en filmar algunos capítulos de A prueba de todo en Venezuela. Seguramente las aventuras de Beer Grylls, viviendo la corrupción, el hambre, la persecución de los medios de comunicación, el asalto a las iglesias, el secuestro de las instituciones y la negación de la disidencia opositora significan un riesgo inmenso para este hombre.
Seguramente el lenguaje escatológico de Hugo Chávez llamará su atención; posiblemente es el mayor peligro jamás enfrentado por el soldado británico. Sus peroratas, mentiras y faraónicas promesas lo hace un personaje de ultratumba. Con mayor veneno que los escorpiones amarillos de Sudán; con los dientes como filosos cuchillos, dignos de liquidar a quien se baña en el pozo. Pobre Venezuela en manos de las pirañas que suben por las vertientes oscuras de la Amazonía.
Las pretensiones de este gobierno socialista del siglo XIX, son más mortíferas que los Everglades de la Florida, en donde conviven más de dos millones de caimanes, miles de  serpientes y hasta agresivos osos negros dispuestos a todo.
Ojala que ante la crisis que padecemos, traducida en hambre a la enésima potencia, no terminemos persiguiendo cualquier perro callejero para hacerlo sopa. O comiendo fango como Beer Grylls en el Cañón del Cobre en México.

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