Izquierda-Derecha: maniqueísmo anacrónico
Escrito por Luis Arocha Mariño (psiquiatra)   
Sábado, 09 de Enero de 2010 15:12

altRecientemente, aprovechando navidades y un dengue (¿será epidemia, endemia o qué? Imposible saberlo, no hay información oficial al respecto), leí, alternativamente, en tándem, dos libros acerca de los acontecimientos de Abril, 2002. Por una parte, el de Pedro Carmona Estanga, “Mi testimonio ante la historia” y el de Ernesto Villegas Poljak: “Abril, golpe adentro”, por otra. De no ser por lo trágico del tema, sería divertido encontrar dos versiones tan distintas sobre los mismos acontecimientos. Carmona nos presenta una larga lista de justificaciones para responsabilidades propias y ajenas, donde él termina como una persona pura que sólo quiso hacer bien. 

Ernesto, con su texto muy bien escrito y con abundantísimas y diversas fuentes de datos, no logró –ni quiso, así lo confiesa- abandonar su versión sesgada de los hechos y de la vida (lastimosamente, pues se trata de un querido amigo). Por lo que termina contándonos “una de vaqueros”: Por un lado “los buenos” (movido por mi edad no pude menos que recordar a Opalhon Cassidy y Kid Carson), Chávez y su combo; y por el otro “los malos”, asalta diligencias, ladrones de banco, violadores de niñas (este último aspecto apenas era insinuado en aquellas películas de los 50´), es decir, todos los sospechosos de haber querido que Chávez abandonara la presidencia. Demás está decir cómo termina la película…

Entre tantas diferencias, pude observar un rasgo común que destilaba prácticamente cada página de ambos libros: El “quítate tú para poneme (sic) yo, que sí sé cómo mandá (sic)” y “El otro siempre es el culpable de todo lo que nos sucede”. Desafortunadamente, esto corrobora en la práctica lo que desde hace muchos años viene observando el equipo de trabajo de McClelland, el afamado psicólogo que al menos tres veces estudió diversas poblaciones en cuanto a los motores que movilizan las decisiones de las personas consultadas. Al menos que yo sepa, en tres oportunidades fueron evaluados cientos de países, en los años cincuenta, setenta y noventa. En las tres evaluaciones Venezuela quedó en segundo lugar como aquel país donde la mayor motivación es el poder, seguido del sentido de pertenencia con una gran ventaja sobre lo que mueve a los países que progresan: la satisfacción por logros conseguidos. Es decir, caracteriza al tercer mundo (vía hacia el cuarto) que su población se interesa más en mandar y pertenecer a grupos que excluyen a otros semejantes, que interesarse en conseguir resultados específicos. Solemos rodear, y de esto se encargan principalmente los políticos, con un halo de esperanza la posibilidad de que cada uno de nosotros tendrá poder y disfrutará de los beneficios del grupo que, a su vez,  oprime a otros (los que perdieron) para que paguen las cuentas. Y es un fenómeno que trasciende las ideologías, está profundamente arraigado en nuestra esencia neurosocial y por ello de nada valen las argumentaciones y acusaciones, mientras no abordemos la esencia del asunto: reconocernos TODOS con los mismos deseos, derechos y atributos.

Curiosamente, son los desarrollos científicos los que permitieron darnos cuenta de estos aspectos, como ya señalé con McClelland, y que hoy se aglutinan en marcos de aplicación en técnicas de resolución de conflictos y en la interculturalidad, particularizándose en la propuesta de K. Olberg de reconocer lo “extraño” como una superación del concepto de “enemigo”. De forma que allí se abren puertas de esperanza y consuelo para que logremos convivir en paz algún día, donde cada uno asuma su alícuota de responsabilidad en su mantenimiento, como logro significativo. Para ello, la experiencia indica que necesitamos mucha más educación en las ciencias humanas y sus correctas aplicaciones sociales. 

(*): Médico-Psiquiatra UCV.

http//:larocham.blogspot.com


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