País feudal
Escrito por Dr. Ángel R. Lombardi G. | X: @lombardiboscan   
Sábado, 09 de Enero de 2010 14:18

altLa Historia es cambio aunque también permanencia. La escuela histórica marxista hizo del cambio social histórico un asunto medular para entender la evolución del hombre en el tiempo.

Y de repente asumimos que todo proceso de aceleración histórica, de signo espectacular, como por ejemplo, la irrupción del petróleo en la década del siglo XX pasado, constituye el triunfo del cambio sobre lo que permanece. No obstante, hay fenómenos de carácter sociológicos, como el que a continuación referimos, que pudieran hacernos pensar en lo poderoso que son las permanencias en los hábitos de todo un país.

Nuestros textos y manuales de historia sostienen que el país se urbanizó dejando atrás la huella de un mundo rural primitivo. Hoy podemos revisar esa acepción y ponerla en perspectiva.

La avalancha de campesinos sobre Caracas, Maracaibo y otras ciudades no supuso que la nueva población recién llegada  adquiriese hábitos urbanos de convivencia. La ciudad junto a sus habitantes y gestores fue incapaz de darle acogida y los relegó a una “periferia infernal”. Estos nuevos refugiados no encontraron otro modo de vivir que desde la precariedad organizando barrios con habitaciones miserables y servicios públicos deficientes. El bajo nivel educativo con que vinieron y sus pocas destrezas le llevaron a una incorporación desordenada a un aparato productivo informal y de escaso rendimiento. De campesinos mutaron a marginales, y la gran mayoría aprendió a sobrevivir al margen de las leyes y constituciones vigentes.

El mundo urbano representado por una nueva clase media emergente y con acceso a la Universidad y a las urbanizaciones, terminó, junto a la complicidad gubernamental, de poner a raya a estos nuevos barbaros que irrumpían en la ciudad pero con pensamientos y costumbres rurales.

Esta antinomia, urbanización-barrio, representa luego de casi noventa años una auténtica vergüenza nacional y es la raíz de casi todos nuestros principales problemas sociales, económicos, psicológicos y de carácter “civilizatorio”. No es cuento la afirmación de García Márquez cuando señala el anclaje histórico de buena parte de la América Latina aún en el siglo XIX.   

Nuestros barrios hoy terminan siendo territorio de nadie, espacios donde la policía no entra y auténticos modelos de anti-ciudad. Lugares propicios para la formación de hampones y criminales que se rebelan violentamente en contra de un orden “ciudadano” que los excluye y maltrata. Hoy, ante la agudización de los problemas socio-económicos, y que el festín petrolero ya no permite subvencionar la paz social como antes a través de la extorsión gubernamental en forma de becas y prebendas, los habitantes del barrio, unos bajo el signo del desespero, y otros bajo el impulso de la maldad, han decidido asaltar nuestras ciudades imponiendo un auténtico toque de queda a partir de las tempranas horas en que llega la noche.

La involución histórica que representa todo esto es de por sí alarmante y ha llevado a que la gente adopte actitudes propias de la época feudal. La ciudad, la urbanización, se protege de los “nuevos barbaros” a través de garitas, alambradas y cerco eléctrico. Y todo ello ocurre ante la mirada impávida de un gobierno “socialista” que ha hecho del odio y rencor social unas de sus principales consignas. Y de hecho, le cabe la principal responsabilidad, en el abandono de la gente de nuestros barrios, haciendo trizas la prédica de redención social con la cuál enarbola lo fundamental de su discurso.  

(*): DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ




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