Soluciones cubanas
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Viernes, 08 de Enero de 2010 11:04

altLos cuellos de botella en el consumo que se presentan en los países controlados por los comunistas, estos siempre tratan de resolverlos por la vía de las restricciones. Probablemente este sea su mayor aporte a la teoría de la resolución de conflictos, en el caso de que tal teoría exista.

Desde el Comunismo de Guerra en la época inicial de la Revolución Rusa, cuando Lenin ejercía el mando absoluto de los bolcheviques, hasta Fidel Castro en Cuba, las carencias populares son atacadas con controles cada vez más severos sobre el consumo y  doloras amputaciones en las aspiraciones de los ciudadanos. La tozudez es un rasgo que lo comunistas llevan en su código genético. Se autodenominan revolucionarios, pero en realidad son más rígidos que una barra de acero.  Su oposición a la propiedad privada, a la libertad de mercado y a la productividad basada en la competencia, los llevan a la creencia ciega en los dogmas estatistas.

Si la oferta de alimentos no satisface las demandas populares porque la agricultura, debido a la colectivización y a la falta de incentivos, se ha tornado improductiva, pues los comunistas apelan a la carta de racionamiento. Reducen el consumo de comida de cada familia y de cada individuo, pero jamás optan por el camino de favorecer la iniciativa privada y estimular la inversión de grupos particulares foráneos. A pesar del fracaso de las relaciones de producción socialista en el campo, persisten en la creencia de que más y mayores controles estatistas permitirán resolver el entuerto. Si la producción de ropa y calzado no cubre las exigencias, entonces  acuden al  expediente de regular la venta de textiles y zapatos; nunca  abrirán la industria a la inversión privada. Esta ha sido la historia de los comunistas y de Cuba, en particular, a partir de 1959.

A los comunistas cubanos no les ha servido de lección lo que su propia experiencia histórica les ha demostrado, y mucho menos las enseñanzas que se desprenden de los países que se han desarrollado, incluidos los que pertenecieron a la órbita soviética, a partir de la economía de mercado y la vigencia de la propiedad privada. Ni siquiera modelos como el chino y el vietnamita, que a pesar de su apertura económica siguen manteniendo el control férreo del partido comunista en el plano político, han llamado la atención del hermético Fidel Castro. El anciano dictador  parece haber recuperado gran parte del poder que presuntamente había perdido, cuando las enfermedades lo apartaron de los primeros planos de la escena política. De nuevo entronizado está aplicando, y con mayor rigor, la receta comunista. Cuba vive por enésima vez el infierno de las carencias y las restricciones. La respuesta siempre la misma: prohibiciones, descalificación de la alternativa de mercado y represión.
Este es el modelo que decidió seguir el teniente coronel Chávez Frías. De las fallas de electricidad existen evidencias desde hace varios años. Los apagones en Caracas y la provincia se han repetido continuamente a lo largo de la costosa década del gobierno bolivariano. Ahora ocurrió lo mismo que cuando se desplomó el viaducto de la autopista Caracas-La Guaira: el Gobierno actuó después de desplomarse el puente. De nada sirvieron las advertencias previas y los informes que reportaban la inminente caída de la mole. Ahora se reproduce el libreto.

Las explicaciones que da el Gobierno sirven para entender por qué se ha producido la merma en el nivel de las aguas del Guri y para entender las dificultades que confrontan sus turbinas, pero de ningún modo para  justificar la desidia del Gobierno y su insondable irresponsabilidad. El abandono total de sus obligaciones con el país. Es cierto que El Niño está causando estragos en el continente -en Venezuela una prolongada sequía, en Brasil enormes inundaciones-, pero de ningún modo este  fenómeno meteorológico explica la razón por la cual Hugo Chávez prefirió electrificar a Cuba y regalarle plantas eléctricas a Daniel Ortega. El Niño, con todas sus travesuras, no es el culpable de que el comandante, con todas las informaciones que poseía, no hubiese ordenado, él que todo lo ordena, realizar las inversiones que permitieran fortalecer la capacidad generadora de El Guri. Él -el omnisapiente, el gran estratega, el que derrotará a los ejércitos de Colombia y Estados Unidos juntos- fue incapaz de anticiparse a la inmensa tragedia que hoy asedia a los venezolanos. ¿Es tan estratega?

Ante su incapacidad apela a la fórmula comunista cubana: restricciones a granel. Prohíbe, amenaza con sanciones, coarta. Sabe que con la electricidad no puede hacer  lo mismo que con la gasolina y los alimentos. Cuando estos bienes faltan sale a buscarlos en el mercado internacional. Las divisas que le proporciona el petróleo le permiten estos lujos. Con la electricidad ocurre otra cosa. Esta no entra por los puertos en contenedores, ni es fácil obtenerla en los mercados internacionales en el corto plazo. Para conseguirla se requieren grandes inversiones, planificación y un plazo mediano o largo. El tenía que saberlo porque hasta sus asesores más obsecuentes habían advertido que la crisis era inminente e inevitable. Pero para tomar estas medidas resulta indispensable gobernar, y esto es lo que el comandante no sabe hacer.

La diferencia entre Cuba y Venezuela es que aquí todavía realizamos elecciones medianamente libres, actúan partidos políticos y medios de comunicación independientes, y existe una opinión pública que se expresa a través de la prensa, la radio, la televisión y las encuestas. Este conjunto de

fuerzas son las que están obligando a retroceder en sus líneas al comandante vernáculo.




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