Tres lecturas y una lección
Escrito por Macky Arenas   
Martes, 24 de Noviembre de 2009 05:49

altLos remezones bancarios, que en ninguna parte del mundo convienen a nadie, ocurren en el marco de un segmento en nuestra atropellada historia reciente, cuando un régimen cuyos estertores aumentan los decibeles, parece clavarse el aguijón, no obstante los menjurjes y pócimas de brujos y babalaos. La anaconda de la desgracia tritura a los beneficiarios de un proceso que desangró al país mientras colmó sus arcas personales, de manera súbita y sin antecedentes que puedan siquiera comparárseles. Esa es la lección: Chávez no se compromete con nadie, lo cual no quiere decir que no tenga que ver con los desaguisados. Sencillamente, Chávez no tiene que hacer con nada a la hora de sacarlos de en medio.

Hay una primera lectura y tiene que ver con la evidente lucha a dentelladas en las entrañas del chavismo. El elemento que acaban de hacer preso, el tal Fernández Barrueco, es una vitrina hacia cuyo interior debe ver todo el que considera un buen negocio esta revolución. ¿Cómo se explica que un individuo que amasa lo que amasó desde las entrañas del monstruo —el único lugar desde donde se puede— de la noche a la mañana se convierta en enemigo del régimen, en un “ricachón” que no rinde cuentas, en merecedor del escarnio público? Sin un enfrentamiento intestino muy significativo, eso no tiene pie ni cabeza.

La segunda lectura es un dardo al corazón de la serpenteante boliburguesía. El tipo que alcahueteó al régimen durante el paro, que mantuvo llenos los anaqueles de los mercales, que ha puesto su testa para taparear y camuflar, del cual se ha llegado a asegurar que prestó sus servicios para secuestros y fechorías afines cuya autoría se atribuye el gobierno y que ha trabajado todos estos años vinculado al más íntimo entorno familiar presidencial... amanece un buen día “violador de la Ley de Bancos”, detenido y en riesgo de cargar con el capítulo final de ese interminable culebrón llamado magnicidio. Es como para remojar barbas.

La tercera recuerda los tiempos finales de los estadios más corruptos que ha vivido la humanidad. Ellos han presentado un denominador común, cual es arreciar los controles para simular estar en control de la situación. Eso no es lo mismo así parezca que se escribe igual. Los jefes culpan y castigan a los lacayos para escarmiento de quienes pretendan pasarse de vivos y abrirse por su cuenta, burlando las tenazas del que está más arriba. El régimen encuentra oxígeno en la medida en que los mecanismos del escarmiento prendan en el entendimiento de quienes deben entender.

Y si a entender vamos, hay que calibrar de una vez por todas la verdadera naturaleza de este régimen, la cual no se retrata tan nítidamente como cuando se vuelve y revuelve contra sus propios. Perseguir disidentes, opositores, contestatarios es lo usual. Lo peculiar es lo que tiene de perverso cuando quema la astilla del propio palo, que es cuando comienza el fuego que termina consumiendo su misma entraña.

Eso de que Chávez hace esto o lo otro para mostrar al exterior que él sí investiga y sí persigue la corrupción, es una ingenuidad que no tiene tamaño. Ese repentino arresto de prudencia en un señor que le ha declarado la guerra a medio mundo no cuadra en ninguno de los estantes abarrotados de amenazas y de apologías del delito. Ignoramos quién se tragará ese cuento, pero para quien suscribe, ya Chávez está más allá del punto de no retorno. Leer adecuadamente y aprender las lecciones suena como lo más aconsejable.


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