Las elecciones de parlamentarios, previstas para el próximo mes de septiembre de 2010, son de vital importancia para definir el destino de las libertades políticas en Venezuela, se impone un sostenido y tenaz esfuerzo para lograr fórmulas que permitan alcanzar la tan necesaria unidad.

No vemos otro camino para recuperar la democracia, amenazada y desdibujada por un modelo comunista totalitario que cada día ahoga con mayor fuerza las esperanzas del venezolano. La descalificación y degradación política, social y económica hacia quienes rechazan este absurdo, se ha convertido en norma de conducta del alto gobierno. Y lo más significativo, dando la espalda al ciudadano común, desconociéndole su derecho humano fundamental: el derecho a la vida. La última encuesta de Alfredo Keller y Asociados, septiembre 2009, refleja en sus indicadores la angustia de la población venezolana, de la que el 83% percibe como problema fundamental la delincuencia, seguido por el costo de la vida 66% y la corrupción 65%.

En esta convulsionada sociedad, la supervivencia se hace cada vez más difícil, amenazada por estos tres flagelos, fortalecidos por la conducta permisiva de los organismos encargados de controlarlos.

Los delincuentes no distinguen color político, nivel socio económico o ubicación geográfica, todos los rincones de Venezuela están llenos de sangre, carencias y corrupción, sin que exista la menor intención oficial de frenar semejante tragedia, sólo se percibe el olor a pólvora del país destruido por enemigos internos, muchos de ellos aplaudiendo desde sus curules una declaración de guerra al país vecino o la entrega de recursos pertenecientes al pueblo a gobernantes foráneos que negocian su dignidad.

En repetidas oportunidades la Asamblea Nacional se ha negado a discutir el tema de la seguridad de la población. Los parlamentarios oficialistas están muy ocupados mostrándole al comandante su valentía verbal, adulante e hipócrita para acompañarlo en su alucinógena guerra contra los aliados del imperio, ignorando las dolorosas matanzas locales, entre hermanos venezolanos, que ya sobrepasan las 120 mil muertes en estos oscuros diez años de gobierno.

Posturas como éstas muestran la tenebrosa cara de muchos de los actuales parlamentarios, por lo tanto, se impone la necesidad imperiosa de darles un rostro humano a los nuevos representantes para que se constituyan en verdaderos defensores de un pueblo acorralado por la barbarie.

Se requiere construir un verdadero bloque de unidad, con desprendimiento y sentido de grandeza, que permita la conexión de los partidos políticos con los liderazgos locales independientes sembrados en las clases populares. Entre ellos se encuentra buena parte de ese 50% del electorado que aún se niega a asumir definiciones políticas claras a favor de la democracia por temor a ser engañados.

Los partidos políticos saben que sin el voto de los independientes no es posible vencer al adversario oficialista. Entonces, ¿por qué negarles su protagonismo, a sabiendas de que ellos son factor imprescindible para triunfar?

La sensatez y la moral serán armas determinantes para reemplazar el rostro de los actuales parlamentarios.

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