El juego de Samper
Escrito por Asdrúbal Aguiar (abogado)   
Martes, 24 de Noviembre de 2009 05:15

altErnesto Samper, Presidente de Colombia en los años 1994 a 1998, juzga que la preocupación de Chávez por las bases americanas en su país no es el producto de una paranoia. Cree, a pie juntillas, que el presidente Uribe yerra al casarse con Estados Unidos de América para tal iniciativa, pues antes que servir aquéllas para combatir a la guerrilla y el narcotráfico buscan neutralizar la ambición política regional del soldado de Caracas.

Piensa Samper, además, según lo declara a este diario, que las amenazas guerreristas Uribe-Chávez no tienen sino un trasfondo electoral que mucho beneficia a Uribe, pues el conflicto con las FARC ya no le rinde dividendos políticos. No dice, empero, que el anuncio por Chávez de una guerra contra Colombia, imaginada por éste desde el 2004, pretende frenar su derrumbe político propio.

No hay que olvidar que Samper y Chávez no cuentan con las mejores credenciales en el Norte, lo que poca importancia tendría a no ser por el origen común de sus respectivos desencuentros.

Ya candidato a la presidencia, las noticias acerca de los vínculos de los colaboradores de campaña de Samper con el narcotráfico tocan al Palacio de Nariño, tanto como el candidato a la presidencia venezolana, en 1998, logra el apoyo de la narcoguerrilla representada en las FARC para la organización de los comandos de sus prosélitos en la frontera con la hermana República.

Más tarde, habiendo alcanzado Samper la victoria electoral frente a Andrés Pastrana, se ve salpicado por las acusaciones ya concretas de colusión de los suyos con la criminalidad de la droga y al efecto cae su Ministro de la Defensa, hijo de un famoso artista plástico colombiano, por estar al tanto del financiamiento de la droga al movimiento samperista que avanza hacia el control político colombiano.

Por fuerza de la crisis el mismo Samper hubo de destituir a su inmediato colaborador y amigo, pero desde entonces no logra tener tranquilidad ni sosegar su amargura con los norteamericanos. Washington lo mantiene en la mira durante el curso de su gobierno, a un punto que tanto él como sus ministros son considerados personas no gratas para el gobierno demócrata de Bill Clinton. Su habilidad política, no obstante, le permite concluir su mandato y hacerse paso inmediato hacia el ostracismo.

A Chávez, por su parte, lo ayudan los demócratas para que llegue con alfombra roja al poder, pero sus vínculos con las FARC adquieren sucesivamente un carácter ominoso, inaceptable para los norteamericanos. Incluso tiene la audacia de pactar por escrito una suerte de macro vacuna con dicho movimiento narcoguerrillero, al que apoya de manera manifiesta y a cuyo efecto designa, como enlace directo ante éste, al Capitán de Navío Ramón Rodríguez Chacín.

Lo cierto es que el ex presidente Samper hoy no se ahorra en apoyos al presidente venezolano. Al igual que lo hace su ministro del Interior y luego candidato, Horacio Serpa, son sus asiduos visitantes. Imagina que siendo Chávez enemigo, a la vez, de Uribe y del Departamento de Estado, algo tienen en común y ha de aprovecharlo para hacerse del terreno político que perdiera en medio de su desprestigio.

El ex presidente colombiano, en suma, busca ganancias en río revuelto. Las costuras de su juego quedan por fuera. Si fuese cierta su preocupación por la presencia de una potencia extranjera dentro del territorio de su patria y por los motivos acusados de ésta, que no son otros, según él, que la disposición de una suerte de observatorio -operaciones de vigilancia las llama Samper- sobre la región, en particular sobre el Gobierno de Chávez, otro tanto debería decir y no lo hace a propósito de la invasión cubana a Venezuela, consentida por el mismo presidente venezolano y usada como puente para la expansión marxista hacia Colombia y el resto de Latinoamérica.

Los gringos -lo sabe mejor que nadie Samper, pues mucho aún los padece y además tiene ante sus ojos la rápida operación que liquida a los mandos de las FARC en Ecuador- no necesitan de aproximarse hasta la puertas del presidente Chávez para espiarlo por el hueco de la cerradura. Saben a distancia en que devaneos o malas juntas anda el personaje. Y en todo caso, habla tanto éste que la lengua lo traiciona y basta leer entre líneas para auscultar y constatar sus movidas más traviesas.

A fin de las cuentas, si Venezuela se ha transformado en objetivo del gobierno de EEUU y de la DEA no es por azar. El ex presidente debe estar al tanto del desplazamiento que sufre el negocio del narcotráfico y la guerrilla desde sus predios hasta los nuestros. Aquí tienen cobijo y protección a la mano; la misma que antes les ofrece el andamiaje castrista desde La Habana y ahora con nuevo domicilio en la capital de Venezuela.

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