Liderazgo a prueba
Escrito por Maritza Izaguirre   
Martes, 24 de Noviembre de 2009 05:10

altUna  de las definiciones clásicas de esta condición hace referencia a la capacidad del líder para orientar la conducta de los otros, conseguir acuerdos entre las partes e iniciar acciones destinadas al alcance, en espacio y tiempo, de objetivos y metas concretas.
Ser líder implica, además, lograr el compromiso de los participantes en el esfuerzo común.

Es así como las recientes declaraciones de la dirigencia de la Mesa de la Unidad, en relación con las formas de selección de las candidaturas unitarias y el plazo para su definición: abril de 2010, representan el compromiso firme de sus integrantes en torno a un objetivo compartido, alcanzar una representación adecuada en la nueva legislatura.

Cumplir con lo acordado generará confianza y credibilidad; por el contrario, no lograr lo prometido reforzará la imagen negativa de que la dirigencia es incapaz de sacrificar posiciones individuales o de grupos, a favor del objetivo enunciado, lo que reafirmaría la opinión de muchos acerca del real grado de compromiso de su liderazgo.

Por otra parte, la presencia de la desconfianza y el escepticismo, consecuencia del incumplimiento reiterado de promesas anteriores, afecta la credibilidad. Las personas reconocen que el éxito de un líder se asocia a la eficiencia y eficacia de su desempeño.

El reto de la Mesa de la Unidad es demostrar a todos que los acuerdos alcanzados son la prioridad y reflejan el compromiso e interés común de sus integrantes.

De otro lado, los datos publicados acerca del comportamiento de la economía en los últimos meses muestran el debilitamiento progresivo del aparato productivo; sectores clave, con rendimientos muy por debajo de las expectativas; la inflación que no cede; la pérdida del poder adquisitivo del salario real; el desabastecimiento puntual de ciertos productos; el subempleo y la informalidad de la fuerza de trabajo; la crisis de los servicios básicos y de la seguridad ciudadana, entre otros, señalan el deterioro de la calidad de vida de la población, la cual, inevitablemente, comenzará a cuestionar la calidad de la dirigencia en el poder.

Por lo tanto, se abren espacios al nuevo liderazgo, el cual deberá responder a las expectativas de cambio y transformación expresadas cada vez con mayor frecuencia mediante la protesta pública. Estos grupos esperan con ansiedad a una dirigencia formada, responsable y solidaria, capaz de emprender las reformas necesarias para atacar a fondo los problemas y regresar a una sociedad plural y democrática.

mizaguirrep@cantv net

El Nacional


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