Revolución en finales |
Escrito por Enrique Pereira |
Lunes, 16 de Noviembre de 2009 08:18 |
![]() Hacer una revolución es más que tomar un micrófono todos los días para engañar viejitas y muchachos. Una revolución debe acompañarse de mucha eficiencia, y resultados, pues son esos resultados tempranos, los que convocan voluntades para continuar haciendo cambios en la sociedad. Un gobierno no puede empujar por el buche una revolución a nadie, si no logra convencernos de que esa revolución significará progreso, calidad de vida, empleo, seguridad, educación, cultura y paz. Una revolución mal ejecutada, no va a ningún lugar, salvo a su fracaso. Una revolución llena de mentiras, que intenta hacernos ver que el capitalismo y la oligarquía tienen la culpa de todo, no puede avanzar, no puede romper la resistencia natural de una sociedad a la que no logra convencer de sus verdaderas intenciones. Una revolución que habla mucho, pero dice poco no tendrá resultados. Una revolución le debe explicar a su pueblo, que hacen sesenta mil cubanos en Venezuela, metidos hasta los tuétanos de nuestra vida, trabajando en los registros, en identificación, en deporte, en cultura, en educación, en identificación de ciudadanos y en todo el estamento militar. Esta revolución nos debe todavía las cuentas de todo el dinero manejado y derrochado. Esta revolución no puede seguir comprando avioncitos para nuestro presidente y sus amigos continentales, lujo, relojes y cuanta cosa se les ocurre a los Chávez. Con ese modelaje, no se construye una revolución. Esta fallida revolución, que no supo mantener y mejorar la industria eléctrica, que puso a caminar un tren chucuto desde Charallave a Caracas, que no encuentra caminos para construir viviendas, ni con ayuda iraní, que destruyó las industrias de Guayana y acabó con la joya de la corona: La industria que produce el dinero de esta nación; la que extrae, refina y vende el petróleo, está en finales, gastando el dinero que no tiene, para intentar mantener un rojo control sobre todo. Esto termina pronto, porque la mentira siempre tiene piernas cortas. |
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