Terrorismo
Escrito por Jorge Preciado   
Jueves, 05 de Noviembre de 2009 03:57

alt¿Cuándo hay terrorismo? ¿Cómo distinguir una política que es terrorista de otra que no lo es? En general, decimos que hay terrorismo cuando se aspira a imponer alguna política o medida sin consultar a los involucrados, por vía directa y siempre apoyados o en las armas o en la preeminencia que se tenga sobre los involucrados, de manera que produzcan “terror”.

Una política “terrorista” nunca apela a mecanismos de convencimiento, dialogales o de consenso. Por el contrario, siempre apela a procedimientos directos que rebasan la capacidad de convencimiento o de diálogo y van a lo esencial: que el otro acepte, sin titubeos, lo que uno desea, o de lo contrario, perderá algo muy querido, muy íntimo, lo que le produce “terror”. ¿Existe un terrorismo bueno y otro malo? ¿Por sus fines, puede distinguirse un terrorismo aceptable y otro que no lo es? Esos son viejos dilemas de la vida política, que surgen cuando parece que se cierran todas las opciones democráticas.

Es excusable un terrorista que planea la eliminación física de Hitler, por ejemplo, o uno que planea la muerte de miles de personas en nombre de la “liberación nacional”

El terrorismo siempre es una opción de minorías muy reducidas que actúan en nombre de colectivos más o menos grandes, a quienes no se les consulta para ejercer esa representación. El terrorismo político siempre es un procedimiento execrable porque conduce a la destrucción de los movimientos populares, es indefendible y no soporta el debate.

No se trata de “combinar las formas de lucha”, como aconsejan los comunistas en sus luchas contra las democracias en América Latina. El terrorismo es siempre, léase bien: Siempre, una forma de lucha condenable sin atenuantes.

No hay ningún aspecto de sus resultados que puedan reivindicarse como buenos para los movimientos populares, a pesar de ejemplos exitosos, como la Liberación de Israel, la guerra de Argelia y la guerra de Vietnam, donde se utilizaron mecanismos terroristas por sus triunfadores.

En éstas, no fueron sus facciones terroristas las que triunfaron sino los sectores democráticos los que cobraron el triunfo. Ni siquiera quienes interpretan el destape de violencia en los barrios pueden estar libres de culpa, cuando la interpretan como la “violencia de los pobres en contra de los ricos”, para negarse a tomar medidas.

El uso oportunista de la delincuencia generalizada como parte de la lucha “por el socialismo”, tarde o temprano reclamará a sus autores. El terrorismo, como política de estado, nunca ha dado frutos. Ya veremos.


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