Lula y Venezuela
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Martes, 03 de Noviembre de 2009 09:32

altEs de consenso afirmar que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha sido positivo para Brasil --las encuestas, por ejemplo, así lo expresan, pero en cambio debe señalarse que ha sido negativo para Venezuela, porque al colocar su prestigio internacional a favor del señor Chávez y su régimen, le ha rendido un muy flaco servicio a las aspiraciones democráticas de nuestro país.

Al respecto, lo primero que debe señalarse es que Lula condesciende en Venezuela lo que consideraría intolerable en Brasil. El doble discurso es obvio, comenzando por el tema de reelección indefinida y siguiendo por el largo inventario de violaciones a las condiciones básicas de la gobernabilidad democrática. Para el actual inquilino de Planalto, la salsa que es buena para el pavo definitivamente no lo es para la pava...

Y el principio de "la no-intervención" en los asuntos internos de otras naciones no se aplica en este caso, porque el presidente Lula a cada rato declara y opera en respaldo al presidente Chávez y sus ejecutorías, tratando de justificar para Caracas lo que sería injustificable para Brasilia. Si eso no es una forma habilidosa de intervención, ¿qué es?

¿Por qué Lula, siendo un líder indiscutiblemente democrático, mantiene semejante posición? Hasta una vez llegó a sentenciar que "Chávez era el mejor presidente que había tenido Venezuela en toda su historia"...

Algunos dirán que es por los intereses económicos de Brasil en Venezuela. Y tienen parte de razón. Grandes empresas brasileñas han conseguido cuantiosos contratos públicos sin licitación, y el mercado venezolano, ante la caída de la producción doméstica, se ha convertido en destino favorito de los exportadores paulistas y cariocas. Fausto Masó ha escrito que a Chávez le deberían erigir una estatua como gran promotor de la economía, pero no de la venezolana sino de la brasileña.

Otros sostendrán, que su relación especial con Chávez, de una parte, y con Washington, de la otra, le facilita consolidar la tribuna de interlocutor general de América Latina, suerte de fiel de la balanza para los conflictos regionales y vocero calificado ante el resto del mundo. Y también tendrán una cuota de razón.

Y desde luego no faltan quienes consideran que las viejas afinidades políticas e ideológicas de naturaleza "revolucionaria" son un factor de peso. El que sea Marco Aurelio García, un antiguo comunista y cercano asesor de Lula, quien lleve las cálidas relaciones con Chávez, por encima de Itamaraty, lo demostraría.

Pero en verdad no importan tanto las razones específicas o la jerarquía de éstas, a la hora de comprender la concertación de Lula con Chávez: lo relevante es que cada vez que le mete el hombro, cosa que ocurre con sistemática frecuencia, le ayuda a sacar las patas del barro en su imagen internacional. Y eso le produce tantos frutos al mandón miraflorino como espinas a la crucificada democracia venezolana.

La objetividad y el sentido común obligan a reconocerle a Lula su valía para el progreso político, económico y social de Brasil, pero eso mismo también conlleva a presentarle como un alcahuete de la destrucción de Venezuela.

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