De la nostalgia a la esperanza
Escrito por Gustavo Roosen (abogado)   
Lunes, 06 de Febrero de 2012 07:25

altEl reciente fallecimiento del jesuita José Luis Andueza Azcona ha tenido la virtud de trasladarnos a los años cincuenta del siglo pasado, primero en el centro de Caracas, en la esquina de Jesuitas, y luego en Villa Loyola, Chacao, actual sede del Colegio San Ignacio. El padre Andueza era entonces mi profesor de sexto grado. Después sería rector fundador del Colegio Loyola de Puerto Ordaz, coordinador y docente de Humanidades en el San Ignacio de Caracas, rector del Colegio Andy Aparicio de Fe y Alegría y promotor de una enorme obra social en Apure.

Más que un ejercicio de nostalgia, se trata de un rescate en la memoria de un modelo educativo que dejó huellas en más de una generación y a cuyas bases parece imperativo acudir para la revisión de nuestro presente y la construcción de un porvenir que tenga como signos los valores de justicia, solidaridad, dignidad.

Quienes nos formamos en ese modelo no podemos menos que recordar el rigor en el aprendizaje, la disciplina, la figura respetada del maestro, el compromiso con las tareas escolares, pero también un ambiente de crecimiento humano en el que había espacio para todo: el deporte, la música, el montañismo, la catequesis, la acción social.

Inspirados en el objetivo de formar líderes, los jesuitas concretaron el concepto de educación integral como una formación centrada en la persona y en su dimensión social, orientada al desarrollo de su potencial, estimuladora de un pensamiento crítico e innovador. Es así como se conjugaba responsabilidad personal, profesional y familiar con responsabilidad social, competividad con solidaridad. Viajes y paseos eran la oportunidad para conocer el país y amar la naturaleza. El aprendizaje de la urbanidad y las buenas maneras cobraba sentido como formación para la convivencia y el respeto. Disciplina pero también espontaneidad, ejercitación de la memoria pero sobre todo de la comprensión y la creatividad. El ejercicio de evaluación, seguimiento, confrontación, planteamiento de metas, asunción de compromisos tenía su momento en la lectura pública de la boleta mensual y en la firma del padre o representante. El acto de fin de curso, con sus diplomas y medallas, era no sólo una forma de rendición de cuentas sino la oportunidad para el reconocimiento del mérito, de la excelencia, del esfuerzo, y el estímulo a una constructiva competencia.

Con el lema "Amar y servir" fomentaron no sólo la conciencia del otro sino un compromiso con su dignidad y su crecimiento. El acento en el liderazgo era una forma de concretar ese compromiso, como la convocatoria a la participación de las familias un llamado a su corresponsabilidad.

Si la mirada al pasado no es ajena a una cierta forma de nostalgia, frente al futuro a lo que estamos obligados es a inspirar esperanza. Vivimos, ciertamente, tiempos de desviaciones. La escuela ha cambiado. Incluso en las mejores se resiente una lamentable pérdida de orientación y de valores, ausencia o mengua de disciplina, desvalorización del esfuerzo, mediocridad, irrespeto. La autoridad del maestro ha sido puesta en entredicho. Abrumada por el peso social, la escuela ha renunciado de algún modo a la prédica y a la formación en valores. O se siente debilitada para hacerlo. Es de justicia, desde luego, reconocer que persisten heroicamente las excepciones. La sociedad sigue contando con ellos para la necesaria renovación. Son un elemento de esperanza, como lo son las nuevas generaciones de políticos y líderes que enarbolan las banderas de la libertad, la autonomía, la no dependencia, y formulan con claridad propuestas políticas renovadoras que nos reconcilian con el país y nos hacen pensar que sí hay futuro.

Hay espacio para la esperanza pero sólo desde la convicción de que su construcción está íntimamente ligada a la recuperación de los valores, tarea que no puede esperar por un triunfo electoral, sino de cuyo inicio precisamente depende la movilización de las conciencias para el cambio. Verdad, justicia, libertad, solidaridad, excelencia, estos y no otros son los valores para construir el porvenir.

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